jueves, 31 de diciembre de 2009

HD2C- Fragmento IV: El segundo impacto...


La mañana del jueves de la semana de los segundos finales transcurrió sin mayor novedad. Llegué a tiempo para verte un rato antes de tu examen y a ayudarte aunque fuera con apoyo moral a enfrentar a ese examen de álgebra lineal. Te vi más hermosa que nunca, por alguna extraña razón. La Facultad ya casi vacía y un cielo azúl como nunca lo había visto.




Volví a gozar del nectar de tus labios, ambrosía de los Dioses, en plena biblioteca ante las miradas envidiosas de varios colegas. También estudiaste hasta que llegó la hora (te ayudé en lo que pude) y te acompañé al salón donde el examen sería aplicado. Me despedí de ti, deseándote iluminación y paciencia con el corazón y me dediqué a vagar un rato mientras llegaba el término de tu prueba para ir por ti y regresarme contigo. Recorrí lentamente las calles de Copilco, como quien no lleva prisa, y me topé con un hippie. Vendía pulseras y me enseñó una que me gustó mucho para tí.
Luego fui a desayunar y aún sobraba tiempo, así que me senté a leer en el dintel de la puerta donde saldrías cuando todo hubiera terminado. Una revista de política que compraba en mis tiempos del CCH y un libro que había comprado a precio de remate la tarde anterior en la estación del metro donde te dejé.
Pasado un rato, saliste atribulada. Me dijiste que tu novio te había mandado un mensaje de texto en pleno examen. Eso empezó por molestarme, porque te pudo haber metido en problemas -pensé- si no lo hubieras llevado en vibrador. Además que te robó concentración en el examen (y no me digas que no, porque sé que esas cosas si te afectan).
Se me hizo un acto sumamente irresponsable el no haber tenido la sensibilidad de preguntarte los horarios de tus examenes, ya que el sabía que estábamos en plenos finales al estudiar también en la UNAM. Pero lo que me colmó el plato fue que hubiera desaparecido sin noticia alguna por “estar enfermo”. Esa fue la gota de diesel que encendió el fuego de mi furia. Si a mi me dieran la oportunidad de una relación la cuidaría con la vida y nada me detendría. Tú sabes que si algo tengo, es fuerza de voluntad. Si estoy enfermo y al borde de la muerte, al menos llamo por teléfono o un mensaje de texto de cuando en cuando si no puedo hablar. Si no hay celular o crédito, existen amigos y familiares que pueden echar la mano. Pero no... él no tuvo la sensibilidad de darte ni un “aquí estoy”.





Aquí pongo otro simil interesante. Me dio tanto coraje como cuando una persona rica tira la comida solo “porque no le gusta” o la ropa “porque ya no está de moda”. Sentí que el no te valoraba lo suficiente y que sólo estaba contigo por costumbre -perdóname, pero siempre he creído eso-.
De pronto toda la ira y la frustración salieron a flote. Todas las vecees que fui brutalmente rechazado por mi estatura o mi apariencia... las veces que me dijeron que no era digno ni de ver a mi amada... todo el amor que siempre me guardaba porque nadie lo quería. Me dio tanto coraje que no valorara todas esas cosas, que le diera un significado tan parco y seco al amor, que preferí retirarme lo más pronto que pude para no verlo un segundo más. Era tanta mi rabia que en verdad no sé que hubiera pasado...



En cuanto estuve fuera de su rango de visión corrí subiendo las escaleras, no por cobarde, si no por respeto a que aún lo quieres (aunque no estés segura de qué manera). Y yo nunca dañaría a nadie que quieres, porque para ti, las personas que quieres son de suma importancia.
Me mantuve en el puente del transbordo en Copilco (donde se bifurcan las rutas Universidad-Indios Verdes) y esperé pacientemente a que se fueran 3 trenes. Creí que ya se habían ido, así que bajé y abordé el metro. Los vi aún en el andén cuando el tren partía. Una serie de sentimientos cruzados me apuñalaron el pecho. El tren tardó mucho en la siguiente estación. Con el corazón latiéndome a mil por hora, apretando los dientes y los puños intenté beber lo que quedaba de mi refresco y me lo eché de un trago. Consumí la última pastilla de menta que tenía y la acabé de una mordida. En verdad sentí que debía hacer algo.
Salí todavía más fúrico del tren y decidido a cruzar el puente del transborde a la dirección contraria no dejaba de repetirme. “No hagas tonterías... no hagas nada estúpido” así que mejor decidí salir a la superficie y aprovechar que había un centro comercial cercano.
Ahí pasé al baño, platiqué un poco conmigo mismo ante el espejo y la mirada atónita de un usuario, me eché agua en el pelo y la cara para tranquilizarme y recorrí la tienda en lo que se me pasaba. En eso encontré un Guitar Hero III y me puse a jugar como en los viejos tiempos del CCH, donde la onda era un simulador de guitarra para PC llamado “Frets on fire” y se jugaba por el teclado. Esos juegos siempre me calman el estress y de algún modo me tranquilizan en tiempos de incertidumbre.
Ahí estaba yo, jugando, pero absorto en mis pensamientos. Mis dedos se deslizaban por el cuello de la “guitarra” como lo habían hecho con tu cintura a penas unas horas antes. Me puse a pensar en que pasaría el día en que tú tomaras la decisión final. ¿Estaría listo para el golpe, luego de llegar tan lejos?... ¿Realmente estaría listo para una victoria?... La primera visión no me gustó demasiado, pero sabía que tarde o temprano lo superaría, como siempre lo hago... digeriría la derrota como siempre lo he hecho y abandonaría mi felicidad por la tuya. La segunda visión la tuve mientras tocaba “I was made for loving you” de KISS. En verdad me había ganado ese lugar y no lo iba a abandonar tan fácilmente luego de que cuando me sentí derrotado, ya hasta estaba preparando las palabras para una nueva declaración de rendición incondicional. Pase lo que pase, sabes -y no deberías desconfiar- sabes que siempre estaré ahí y te amaré incondicionalmente.
Una vez devuelta la sonrisa al semblante, fui a la peluquería por vez primera en el semestre, regresé a casa y también volvió la incertidumbre de que para ese momento ya hubieras tomado una decisión sin dejarme derecho de réplica, así que maté el tiempo jugando más videojuegos hasta que me dio sueño y me dormí para estar fresco cuando te fuera a ver al día siguiente a las 7 de la mañana.




Al filo del amanecer siguiente ya estaba listo. Rasurado y con el pelo bien recortado, como si me hubiera arreglado para mi sentencia de muerte. Esperando tu llegada a la Facultad, impaciente, con la decisión que pensé que habías tomado. Sin emabrgo, cuando te iba a preguntar, salió el (un tanto inoportuno) “amiguito” con el mismo propósito de estudiar contigo para el examen de integral. Tuve que esperar en la agonía.
Un escenario un tanto surrealista debió ser para tí aquella mañana. De un lado un aspirante a la expectación y del otro un hombre que ya daba por hecho que éramos novios y hasta suponía como seríamos de casados. Un escenario que yo mismo me había planeado alguna vez. Añadí que no te dejaría ver anime por ver el futbol americano, pero sólo por cuestiones de humor, porque sabes que también me gustan las series que ves y creo que estaría chido verlas juntos en un futuro medianamente lejano.
Llegó la hora del examen y te fui a dejar una vez más al salón. De nuevo me fui a vagar mientras ponía mis ideas en orden. Esta vez el tiempo pasó un poco más rápido y finalmente saliste para encontrarme leyendo el mismo libro que el día anterior en el dintel de la puerta.
Disfrutamos del medio día por última vez en el semestre y sólo entonces te pregunté a cerca de la decisión. Esperé a que acabaras el examen para no desconcentrarte con esos temas. Así es como se hacen las cosas. Finalmente no habías decidido nada aún, pero en el camino a casa viste los pro's y los contras de cada uno, llegando una vez más a la conclusión que era un reñido empate...
Regresaba a casa ese mismo día, con todo el honor... las materias pasadas dignamente y una herida en el cuello que nos unía en la complicidad de una historia que aún no tiene final.



  • "As long as you live, the heart of this army cannot be broken"

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