lunes, 13 de mayo de 2013

Renacimiento

En esa mazmorra pasé cuando menos 3 meses de oscuridad, frío, humedad, hambre y sobre todo: tortura. Días oscuros y sin sentido: uno tras otro sin saber con toda seguridad cuando empezaba uno y terminaba el otro.

Algunos días me sacaban a las calles de lo que alguna vez fue Sparta, encadenado y enjaulado como un animal, para que las personas me lanzaran desde insultos hasta basura, comida podrida, estiercol y piedras. Algunos otros la tortura era psicológica y me dejaban colgando de cabeza con grilletes en los pies hasta que perdía el conocimiento. Fue una época por demás oscura: luego de la estrepitosa derrota y mi caída del poder, esto. Luego de haber sido el canciller de una nación que yo creía próspera y feliz, me tocaba pasar toda clase de humillaciones antes de ser ejecutado en noviembre 30 de ese mismo año. Luego de tenerlo todo, no me quedaba nada de lo que asirme para seguir adelante y esa fecha me parecía más que una condena, una liberación.

Pero todo cambió una tarde en la que pensé haber perdido la razón. Luego de despertar en mi cama de piedra, abrí los ojos ante la visión más bizarra que hubiera tenido hasta ese entonces: Un hombre de mediana edad estaba de pie en el otro extremo de mi reducida celda, a lado de la letrina.

-Buenas tardes, permítame presentarme, mi nombre es Flauros y aunque no me haya visto nunca antes, conozco a la perfección toda su historia.- Me extendió la mano el caballero.

Flauros estaba impecable en todo sentido con un frac negro algo anticuado, un moñito de igual color en el cuello y un bastón plateado que hacía juego con un mechón canoso que usaba en la sien izquierda. La visión simple y sencillamente no tenía sentido, pero le extendí la mano de vuelta, como saludando a mi locura.

-Buenas... ¿tardes? - le contesté con voz temblorosa.
-¿Sinceramente tiene planeado dejarse morir a manos de unos traidores? - Me miró de manera inquisidora.
-No tengo otra opción... - le contesté mirando al suelo.
-Podría pactar algo conmigo... ¿Aún le queda algo que ofrecer?
-¡Por supuesto que no! - le contesté francamente molesto, me dio la impresión que se estaba burlando abiertamente de mi.
-¿Qué tal una buena pelea?- Desenfundó su bastón plateado, que en realidad era una espada de dos manos con un mango muy elaborado. -Si logra derrotarme yo mismo me encargo de que usted salga con vida de estos territorios.
-No estamos en igualdad de condiciones... yo no tengo ningún arma.
Tomó cada extremo de su espada con cada mano y la partió. Extrañamente cada fragmento roto generó una espada perfectamente normal y del mismo tamaño de la original.

Debí estar loco para aceptar, pero cualquier resultado de la batalla sería una mejora en mis condiciones en ese momento. Si ganaba era libre, si perdía ya no tendría que esperar más para el día de mi ejecución.

-¡En guardia!- grité al tiempo que tomaba la espada que me estaba ofreciendo.

Flauros dio la primer estocada que me dio de lleno en el brazo izquierdo. Me dolió más de lo que imaginaba, pero algún instinto me hizo capturar la espada bajo la axila en vez de echarme atrás para disminuir el daño. Teniendo la guardia baja, con la mano con la que empuñaba la espada, la blandí, decapitándolo limpiamente.

Su cabeza rodó bajo mi camastro de piedra y yo caí herido y sangrando copiosamente con el brazo a penas colgando de la piel.

-De acuerdo, has ganado, como lo prometí, eres libre. -Replicó la cabeza como si no hubiera pasado nada. -No te preocupes, tu brazo también quedará sano... mostraste un valor inigualable.

Sentí un dolor infinito en el brazo mientras veía como mágicamente el hueso se volvía a soldar y el músculo volvía a unirse bajo la piel que también comenzaba a crecer de nuevo sobre la herida. Cuando hubo terminado, una gran explosión derribó el muro exterior de mi celda, al exterior.

-¡¡Corre!!... No mires atrás y lleva siempre tu espada... ella siempre te librará de todo. - Me dijo la cabeza de Flauros ante mi incredulidad.

Podía escuchar el ruido de botas corriendo en el pasillo así que tomé la espada que usé para decapitar a Flauros y corrí como nunca lo había hecho, hacia el horizonte. En menos de un año lo había perdido todo. En menos de una hora había recobrado mi libertad a manos de un ente inexplicable y me di cuenta que no lo había perdido todo: lo había dejado todo atrás y por fin era libre.

lunes, 15 de abril de 2013

Muerte

-Tal vez te quedaste con la impresión que tu humilde servidor murió en una mazmorra hace casi 3 años... -Se carcajea ante la cámara- pero afortunadamente lo mejor apenas estaba por comenzar.

El entrevistador también compartió su alegría con otra sincera carcajada. Había pasado mucho tiempo luego del documental H2DC y el canciller Heinrich no había hecho ninguna aparición por este medio.

-Yo estaba muy decepcionado por la traición de mi propio pueblo -continuó el entrevistado-. De la noche a la mañana el pueblo que juré proteger me dió la espalda para apoyar al régimen Hiramí, al que logramos derrocar juntos hacía unos meses. Claro, hoy en día ya no me molesta mucho, pero en su tiempo sentí como si me hubiesen apuñalado por la espalda. Lo recuerdo muy bien, como si hubiese sido ayer.
Era un día cualquiera, yo había regresado de unas cortas vacaciones en las que vi la copa del mundo del 2110 y regresaba a mi oficina, cuando me topé con una multitud enfurecida que cercó la cancillería.


Tropas rebeldes, intentando tomar la cancillería, mediados de agosto del 2110


Logramos repeler esa ofensiva, sin embargo, ahí comenzaron las llamadas "Guerras del péndulo". Entre fuerzas leales a Neerlandia (principalmente sus soldados de élite) en contra de los rebeldes, aliados a los soldados Hiramíes que habían orquestado un golpe de estado en poco menos de un mes.

Fue una lucha sin cuartel, miles de ciudadanos de Neerlandia perdieron la vida. Incluso el primer día perdimos cerca de 300 hombres. Desde el principio se notaba que teníamos las de perder: un reducido número de efectivos, además del repudio del pueblo porque tomamos medidas extremas, usando armas satelitales de destrucción masiva en la ciudad de Chaar. Chaar era donde los ejércitos invasores habían montado su base; una ciudad estratégica al ser la frontera más septentrional y la única salida al océano que poseía Neerlandia.

Fue una decisión muy difícil. Murió mucha gente inocente: Los martillos del alba eran rayos gamma disparados desde los límites de la órbita de nuestro planeta. Frieron la ciudad con índices de radioactividad que dejaron inhabitable la zona. Donde existía una ciudad próspera ahora sólo quedaba un montón de cenizas, sólo eso...
(Aquí se hizo una pausa porque Heinrich no dejaba de llorar).

Tropa de élite en las ruinas de la ciudad de Chaar, poco antes de la detonación de los martillos del alba

Poco a poco las tropas enemigas nos fueron cercando: tenían blindados superiores, una aviación más adelantada tecnológicamente y nos superaban en número. Ni la desaparición de Chaar logró detenerlos en su avance hacia la capital, Sparta. Día a día avanzaban más y más.

Fue precisamente al mes que yo mismo peleé hombro a hombro con mis compatriotas en la ciudad de Nexus. Ahí un francotirador me pegó de lleno en el pecho mientras daba órdenes de replegarse. Creí que había sido el fin. Caí al suelo sin comprender lo que había pasado: había mucha sangre, mucho dolor y yo me aferré a un lábaro que estaba tirado en el suelo. Fue un valiente compatriota el que me arrastró a salvo y los médicos lograron salvarme la vida.
Sin embargo, perdimos Nexus y otras 2 ciudades ese mismo día. Las tropas Hiramíes habían cercado la capital y para octubre ya estábamos peleando a escasos 10 kilómetros de la cancillería. La lucha estaba perdida y todos lo sabían: la mayoría había desertado y se aliaba a los enemigos o escapaba por la frontera del sur, como refugiados políticos de Las Tierras del Sur.

Blindados Hiramíes avanzando por las ruínas de la ciudad capital, Sparta.

Finalmente el 28 de Septiembre del 2110, cayó la cancillería que habíamos tomado apenas en Febrero de ese mismo año. Al ver todo perdido simplemente salí por la puerta principal con una bandera blanca en la mano. Todo había terminado y me llevaron como prisionero de guerra, a un lugar que a la fecha no tengo la menor idea de donde está ubicado en el mapa.

Últimas tropas de la coalición en Sparta, rindiéndose.

Sin embargo, no todas las tropas se rindieron al mismo tiempo y alguien lanzó una bomba de hidrógeno en lo que quedaba de Sparta algunos días después. Me enteré mucho tiempo después porque yo en ese tiempo estaba en una mazmorra en alguna costa desconocida.


Ahí me enjuiciaron por crímenes contra la humanidad y se me dio la fecha de ejecución del 30 de Noviembre de 2110. Pero por supuesto, como ya lo sabes, eso no pasó...

jueves, 24 de enero de 2013

La noche en la que me toca destruir el pasado

Esta noche en la que me toca destruir el pasado, lo hago con media sonrisa en el rostro, porque lo poco bueno que queda de ti aún se aferra a mis dedos mientras desgarro ese cuento que alguna vez escribí para tí con tanto esmero y ahora no es nada más que una pila de estiercol.

Me duele el ego -porque no admitirlo- el no haber sido lo suficientemente bueno para la señorita insaciable en aquellos días del pasado

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Escrito encontrado en un roído y amarillento pedazo de papel, en la mano de un soldado de la coalición carbonizado por la radiación de la bomba de hidrógeno que finalizó la guerra.

Esta batalla le puso un fúnebre punto final a las guerras del péndulo, que se pelearon del 8 de Agosto al 27 de Septiembre de 2110. Casi 2 meses en los que casi enfrentamos la extinción como especie. Días oscuros como pocos ha enfrentado la humanidad.

Fechado el 28/09/2110. (El día después del hunidimiento de Sparta, la última ciudad de Neerlandia que seguía en pie en medio de escombros.).