jueves, 31 de diciembre de 2009

HD2C- Fragmento VI: "Un final sin final"


Esta fue la versión de este humilde poeta y estudiante de Ingeniería. Un verdadero quijote perdido en el tiempo, que sólo busca a su dulcinea en un mar de ecuaciones diferenciales, mapas de Karnaugh, teoremas y demás frivolidades de la perfección. De un hombre que sólo quiere dar el amor que pacientemente ha acumulado a lo largo de su camino, que sé ha hecho a si mismo a falta de un modelo masculino positivo a seguir. Que dejaría la vida por la Ingeniería si fuera necesario.

La señorita mágica parece una candidata perfecta y podría ser muy feliz al lado de este soñador, pero en ella estará la última palabra que sólo desencadenaría otra serie de preguntas... ¿Podrá Heinrich sobreponerse a una negativa?... ¿Cómo lo superaría?... Una cosa podemos dar por hecho al terminar este pequeño documental. El Ingeniero-Poeta seguirá resolviendo ecuaciones y escribiendo versos. Siempre peleando hasta la última gota de sangre por sus sueños y por lo que más quiere.

Un día pasará por los lugares que frecuentaba con su señorita mágica y la sonrisa le brillará como nunca al recordar el amor tan grande que le tiene a su amada. Su corazón, ya endurecido por el combate, latirá orgulloso con los bríos que tanto le caracterizan y nuevamente su fuego interno arderá, no con sentimeintos negativos, si no con el fuego de la transmutación que todo lo purifica con sus llamas violetas.



Esto fue una emisión más de “Historias que marcaron a Heinrich”. Esperemos que la lectura haya sudo de su agrado. ¡Buenas noches y felices fiestas!

HD2C- Fragmento V: "¿Por qué yo?"

Dicen que “lo mejor al último” y este ensayo no debe ser la excepción. Este fragmento lo dedico a todas las veces en las que me has preguntado "¿Por qué yo?...".

La respuesta desgraciadamente no es sencilla y tampoco única. Ya te habrás dado cuenta de alguna que otra cosita a lo largo de los fragmentos de esta recapitulación de eventos con la que cierro el año. A lo largo de estos fragmentos te he dado pequeñas piezas del rompecabezas que va revelando la respuesta poco a poco.
Te has dado cuenta un poco de mi forma de ver las cosas a lo largo de todo este escrito y mi punto de vista en escenarios donde probablemente quedaron incertidumbres sobre la mesa. Pues bien, es hora que juntos le vayamos dando forma a este rompecabezas a lo largo de este fragmento.

Para empezar, te diré que físicamente me gustaste desde el primer semestre. Tú y otras cuantas chicas en el salón que se me hicieron las más guapas me llamaron la atención a lo largo del semestre, tu ya sabes quienes son porque te lo he dicho desde que no hay más secretos entre nosotros.

(Casi) Todas eran muy bellas, inteligentes -al haber llegado tan lejos, deben serlo-, pero tú tenías algo que nadie más vio. ¿No adivinas?... Magia. Ves la vida con unos ojos ya más bien experimentados, probablemente de vidas anteriores. Yo puedo ver una esfera en un sistema cartesiano, mientras que tú ves todo un universo dentro de ella.

Eres mi complemento perfecto. Yo soy aún muy joven, kármicamente hablando, y aún no soy conciente de muchas cosas que podría hacer y mi pequeña lucha he podido ir avanzando un poco a través de experiencias. Me falta mucho por aprender, pero sabes que tengo una fuerza de voluntad y una mente abierta a lo que los ojos no pueden ver. Podríamos vivir muchísimas cosas juntos, como lo hemos hecho hasta ahora. Las posibilidades son infinitas ¿y sabes que es lo más importante?... que la única manera en la que me iría de tu lado, sería que tú me lo pidieras.

Me gusta la manera en que ves la vida, sin ningún dejo de maldad. Me gusta tu aura, limpia y en armonía. Tu balance. Tu espíritu vibra de una manera muy hermosa que ya he podido captar en más de una ocasión cuando estamos juntos. Eso es la parte espiritual.

En la parte carnal, me encantan tus ojos. Siempre con una historia maravillosa que contar. Portales a un nuevo mundo lleno de cosas que pocos ven; su forma, su dulzura... es como mirar directamente a la luna en una noche de paz. Es mirar una de las cosas más hermosas y puras que aún quedan en este mundo.
Tus labios no se pueden quedar atrás. Alguna vez hace años me preguntaba cosas como... ¿A qué sabrá la gloria?... ¿Por qué los hombres le temen a la muerte?... Cuando probé tus labios por vez primera me quedó bien claro. Al fin le había dado un morodisco al manjar más jugoso y bebido del manantial más puro... al fin comprendí que la vida es eso que pasa ante tus ojos mientras esperas a que las cosas mejoren... comprendí que había desperdiciado la mitad de mi juventud en estupideces como la inseguridad y los complejos de inferioridad, pero no me entristecí por ello, si no que me alegré de estar vivo y poder compartirte un poco de ese maravilloso sueño que llaman vida.
Tus manitas, me encanta como caben perfectamente en las mías. Capaces de las más nobles de las acciones, como el haber cocido la cinta de mi mochila aquella mañana. Tus manos me encantan porque son pequeñas y delicadas, y aún así con un enorme potencial. Simbolizan tu pasado -mano izquierda- y tu futuro -mano derecha-. Alguna vez me enseñaron cómo leer sus líneas, pero desgraciadamente ya no recuerdo porque no lo puse en práctica lo suficiente y no encuentro el libro...
Tu cintura. La forma en la que mis manos fueron casi casi hechas para recorrerlas con maestría. Tú figurita de reloj de arena, la ligereza de tu vientre y tu compexión delgada que me hace pensar que en verad eres una criatura elemental estrenando su forma humana.
Tu olor, también me encanta. No puedo definir con certeza a qué es, pero me encanta respirarlo por las mañanas. Se me pega tu escencia y el resto del día no puedo alejarte del pensamiento. La señorita mágica, aquí, allá... en cada rincón de mi depa y de mi corazón.
Me encanta la forma en que ríes también. Es una risa limpia como el aire de la montaña más alta que jamás el hombre haya escalado sin profanarla. Una risa melodiosa que invita también a reir contigo, porque al igual que tú es ligera, libre, nítida y jugosa, como las viñas europeas que llenan de uvas para hacer el mejor vino del mundo.

Es más... si ponemos en una balanza, pesaría mucho más lo espiritual ante lo carnal, pero sabes que soy versatil y puedo ser tanto teórico como práctico.

¿Por qué tú?... porque eres tú y no otra. La señorita mágica, la única e inigualable. Con la que he reído, llorado, debrayado, probado la gloria y resurgido de mis cenizas. Sabes que por muchas adversidades que vengan, yo no retrocedo. Meto las manos al fuego por la gente que amo, me quito la camisa por un buen amigo y nunca me rendiré.

Otra de esas cosas que quizas no te había contado es un poco del árbol genealógico y que quizás explique un poco mi tenaz caracter. Mi padre no conoció al suyo porque lo abandonó para irse con otra mujer. Él tuvo que trabajar desde muy chico de tiempo completo como cargador, como chalán, como lo que podía, para mantener a sus hermanos que eran aún niños. Seguramente creció con ese patrón y a la hora de la hora no supo como manejar la situación. En su primer matrimonio tuvo 3 hijos -hasta donde sé- y luego los abandonó de la misma manera que se la hicieron a él para irse a vivir con mi mamá. Luego me tuvieron a mi y se repitió el ciclo. Vi las penurías de mi mamá para sacarnos adelante y la comodidad con la que él quiso regresar 10 años después a la casa, como si hubiera ido a comprar una caja de cigarrillos. Me duelen esas historias en lo más profundo. Historias como la tuya y la mía... son esas cosas que me hacn perder un poco la fé en la humanidad. Pero no queda otra que aprender de sus errores y tener la caballerosidad de luchar hasta el final.
Así, si me eliges a mi, yo lo daría todo.

Soltaría lo mejor de mí y dejaría atrás lo que me perjudica, como las parrandas y los excesos que luego tengo. Por tí vencí mis dudas y al demonio que vivía en el cofre de mi habitación. Si necesitas una prueba más grande, esta podría ser una. Son las 2 de la mañana y sigo escribiendo aquí porque te hice un juramento; aclarar tus dudas en un ensayo de más de 9 mil palabras. Ese miércoles que demoré mucho en el colegio de Ingenieros, caché un resfriado brutal y ahora mismo me duelen los huesos y la cabeza como pocas cosas en la vida, pero aquí estoy por la sencilla razón de que te amo.

En un cierto chismógrafo que tu me mandaste, una de las preguntas precisamente era “¿Qué harías por la persona que más quieres en la vida?”. Pues es asombroso con una fuerza de voluntad férrea. Tanto que aún no lo hemos descubierto, pero todo lo que debes hacer es darme una oportunidad.
Realmente no sé que vayas a decidir y a veces me sorprendo haciéndome trizas la cabeza pensando en el tema una y otra vez, pero también me has enseñado que las cosas se dan cuando deban de darse y que todo lo que uno merece, lo consigue si se esfuerza. Uno forma su propio universo y gracias a tí comprendí esas cosas que alguna vez me enseñaron, pero ante la incredulidad, guardé en una caja de archivo muerto.

Debería de calmarme y disfrutar lo que queda de las vacaciones. Ya nos veremos en la Facultad y te daré lo mejor de mi, como cada mañana...

HD2C- Fragmento IV: El segundo impacto...


La mañana del jueves de la semana de los segundos finales transcurrió sin mayor novedad. Llegué a tiempo para verte un rato antes de tu examen y a ayudarte aunque fuera con apoyo moral a enfrentar a ese examen de álgebra lineal. Te vi más hermosa que nunca, por alguna extraña razón. La Facultad ya casi vacía y un cielo azúl como nunca lo había visto.




Volví a gozar del nectar de tus labios, ambrosía de los Dioses, en plena biblioteca ante las miradas envidiosas de varios colegas. También estudiaste hasta que llegó la hora (te ayudé en lo que pude) y te acompañé al salón donde el examen sería aplicado. Me despedí de ti, deseándote iluminación y paciencia con el corazón y me dediqué a vagar un rato mientras llegaba el término de tu prueba para ir por ti y regresarme contigo. Recorrí lentamente las calles de Copilco, como quien no lleva prisa, y me topé con un hippie. Vendía pulseras y me enseñó una que me gustó mucho para tí.
Luego fui a desayunar y aún sobraba tiempo, así que me senté a leer en el dintel de la puerta donde saldrías cuando todo hubiera terminado. Una revista de política que compraba en mis tiempos del CCH y un libro que había comprado a precio de remate la tarde anterior en la estación del metro donde te dejé.
Pasado un rato, saliste atribulada. Me dijiste que tu novio te había mandado un mensaje de texto en pleno examen. Eso empezó por molestarme, porque te pudo haber metido en problemas -pensé- si no lo hubieras llevado en vibrador. Además que te robó concentración en el examen (y no me digas que no, porque sé que esas cosas si te afectan).
Se me hizo un acto sumamente irresponsable el no haber tenido la sensibilidad de preguntarte los horarios de tus examenes, ya que el sabía que estábamos en plenos finales al estudiar también en la UNAM. Pero lo que me colmó el plato fue que hubiera desaparecido sin noticia alguna por “estar enfermo”. Esa fue la gota de diesel que encendió el fuego de mi furia. Si a mi me dieran la oportunidad de una relación la cuidaría con la vida y nada me detendría. Tú sabes que si algo tengo, es fuerza de voluntad. Si estoy enfermo y al borde de la muerte, al menos llamo por teléfono o un mensaje de texto de cuando en cuando si no puedo hablar. Si no hay celular o crédito, existen amigos y familiares que pueden echar la mano. Pero no... él no tuvo la sensibilidad de darte ni un “aquí estoy”.





Aquí pongo otro simil interesante. Me dio tanto coraje como cuando una persona rica tira la comida solo “porque no le gusta” o la ropa “porque ya no está de moda”. Sentí que el no te valoraba lo suficiente y que sólo estaba contigo por costumbre -perdóname, pero siempre he creído eso-.
De pronto toda la ira y la frustración salieron a flote. Todas las vecees que fui brutalmente rechazado por mi estatura o mi apariencia... las veces que me dijeron que no era digno ni de ver a mi amada... todo el amor que siempre me guardaba porque nadie lo quería. Me dio tanto coraje que no valorara todas esas cosas, que le diera un significado tan parco y seco al amor, que preferí retirarme lo más pronto que pude para no verlo un segundo más. Era tanta mi rabia que en verdad no sé que hubiera pasado...



En cuanto estuve fuera de su rango de visión corrí subiendo las escaleras, no por cobarde, si no por respeto a que aún lo quieres (aunque no estés segura de qué manera). Y yo nunca dañaría a nadie que quieres, porque para ti, las personas que quieres son de suma importancia.
Me mantuve en el puente del transbordo en Copilco (donde se bifurcan las rutas Universidad-Indios Verdes) y esperé pacientemente a que se fueran 3 trenes. Creí que ya se habían ido, así que bajé y abordé el metro. Los vi aún en el andén cuando el tren partía. Una serie de sentimientos cruzados me apuñalaron el pecho. El tren tardó mucho en la siguiente estación. Con el corazón latiéndome a mil por hora, apretando los dientes y los puños intenté beber lo que quedaba de mi refresco y me lo eché de un trago. Consumí la última pastilla de menta que tenía y la acabé de una mordida. En verdad sentí que debía hacer algo.
Salí todavía más fúrico del tren y decidido a cruzar el puente del transborde a la dirección contraria no dejaba de repetirme. “No hagas tonterías... no hagas nada estúpido” así que mejor decidí salir a la superficie y aprovechar que había un centro comercial cercano.
Ahí pasé al baño, platiqué un poco conmigo mismo ante el espejo y la mirada atónita de un usuario, me eché agua en el pelo y la cara para tranquilizarme y recorrí la tienda en lo que se me pasaba. En eso encontré un Guitar Hero III y me puse a jugar como en los viejos tiempos del CCH, donde la onda era un simulador de guitarra para PC llamado “Frets on fire” y se jugaba por el teclado. Esos juegos siempre me calman el estress y de algún modo me tranquilizan en tiempos de incertidumbre.
Ahí estaba yo, jugando, pero absorto en mis pensamientos. Mis dedos se deslizaban por el cuello de la “guitarra” como lo habían hecho con tu cintura a penas unas horas antes. Me puse a pensar en que pasaría el día en que tú tomaras la decisión final. ¿Estaría listo para el golpe, luego de llegar tan lejos?... ¿Realmente estaría listo para una victoria?... La primera visión no me gustó demasiado, pero sabía que tarde o temprano lo superaría, como siempre lo hago... digeriría la derrota como siempre lo he hecho y abandonaría mi felicidad por la tuya. La segunda visión la tuve mientras tocaba “I was made for loving you” de KISS. En verdad me había ganado ese lugar y no lo iba a abandonar tan fácilmente luego de que cuando me sentí derrotado, ya hasta estaba preparando las palabras para una nueva declaración de rendición incondicional. Pase lo que pase, sabes -y no deberías desconfiar- sabes que siempre estaré ahí y te amaré incondicionalmente.
Una vez devuelta la sonrisa al semblante, fui a la peluquería por vez primera en el semestre, regresé a casa y también volvió la incertidumbre de que para ese momento ya hubieras tomado una decisión sin dejarme derecho de réplica, así que maté el tiempo jugando más videojuegos hasta que me dio sueño y me dormí para estar fresco cuando te fuera a ver al día siguiente a las 7 de la mañana.




Al filo del amanecer siguiente ya estaba listo. Rasurado y con el pelo bien recortado, como si me hubiera arreglado para mi sentencia de muerte. Esperando tu llegada a la Facultad, impaciente, con la decisión que pensé que habías tomado. Sin emabrgo, cuando te iba a preguntar, salió el (un tanto inoportuno) “amiguito” con el mismo propósito de estudiar contigo para el examen de integral. Tuve que esperar en la agonía.
Un escenario un tanto surrealista debió ser para tí aquella mañana. De un lado un aspirante a la expectación y del otro un hombre que ya daba por hecho que éramos novios y hasta suponía como seríamos de casados. Un escenario que yo mismo me había planeado alguna vez. Añadí que no te dejaría ver anime por ver el futbol americano, pero sólo por cuestiones de humor, porque sabes que también me gustan las series que ves y creo que estaría chido verlas juntos en un futuro medianamente lejano.
Llegó la hora del examen y te fui a dejar una vez más al salón. De nuevo me fui a vagar mientras ponía mis ideas en orden. Esta vez el tiempo pasó un poco más rápido y finalmente saliste para encontrarme leyendo el mismo libro que el día anterior en el dintel de la puerta.
Disfrutamos del medio día por última vez en el semestre y sólo entonces te pregunté a cerca de la decisión. Esperé a que acabaras el examen para no desconcentrarte con esos temas. Así es como se hacen las cosas. Finalmente no habías decidido nada aún, pero en el camino a casa viste los pro's y los contras de cada uno, llegando una vez más a la conclusión que era un reñido empate...
Regresaba a casa ese mismo día, con todo el honor... las materias pasadas dignamente y una herida en el cuello que nos unía en la complicidad de una historia que aún no tiene final.



  • "As long as you live, the heart of this army cannot be broken"

miércoles, 30 de diciembre de 2009

HD2C- Fragmento III: El mejor de los tiempos... el peor de los tiempos.


Ya lo dijo sabiamente Charles Dickens, el célebre escritor de “Historia de 2 ciudades” en la introducción de su obra, que tomaré prestada con su permiso (o su horror) para explicar más claramente la calidad de la situación (mismo que infamemente tomo para darle título a este pequeño texto. “Historia de 2 corazones”):

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la era de la sabiduría, era la edad de la estupidez, era la época de creencias, era la época del escepticismo, era la estación de la luz, era la estación de la obscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno del desprecio, teníamos todo ante nosotros, no nos quedaba nada, íbamos directo al cielo, íbamos exactamente en el camino opuesto. En resumen, el periodo era tan lejano y confuso como el presente, que algunas de las más molestas autoridades insistían en recibir, para bien o para mal, un grado superlativo de comparación solamente.

Había un aspirante con una larga y curva nariz, y una dama de finas facciones y ojos adorables como de muñeca de porcelana en la Facultad de Ingeniería; Había un aspirante con larga y curva nariz, y una dama de finas facciones enmarcadas por unos lentes en el CCH. En ambos lugares estaba más claro que el cristal que la suerte ya estaba echada por siempre y para siempre.”




Fue en este semestre donde por fortuna coincidieron nuestros horarios y tenía mi bonche de horas libres justo cuando ya habías acabado tu jornada. Así que nos veíamos 3 veces a la semana y yo era muy feliz. De 8.30 a 11.30 las puertas del paraíso se abrían para dejarme pasar aunque fuera por un rato

Mis mañanas se convirtieron en tuyas al pasar el tiempo y el largo camino del último salón del penútlimo piso de la última torre del principal al último piso de la biblioteca del anexo ya lo recorría con singular alegría, por el hecho de verte una vez más.


Fue entonces cuando te dediqué las frases más románticas que era capaz de dar. Que tomaba tu mano entre la mía y tu preguntabas “¿Qué?” y yo te respondía con un tosco “Nada” que ya intuías cargado de tantas cosas... que no era ni por mucho un “Nada” como cualquiera. Cada que te decía -y ocacionalmente sigo diciendo- “Nada”, en realidad te estaba declarando calladamente un amor que ya llevaba 1 año de haber echado raíces en lo más profundo de mi corazón. Cada que decía “Nada” era un “Te amo, pero no sé como decirlo” disfrazado.


Me convertí en una especie de caballero perdido en el tiempo, con todo y armadura, que vendría a regar tus jardines con la inagotable fuente de la felicidad que recientemente había descubierto en mi mismo. Vencí y corté de tajo todas mis dudas y mis inseguridades. Sin embargo, aún no era tiempo y decidí esperar. Por que esto del amor, como algún día escribí al margen de mi cuaderno de Cálculo Vectorial, en un símil con la guerra...


-Efectivamente, como lo advertí hace a penas un año. Una guerra no se gana con unos pocos movimientos; por brutales que sean, no es suficiente. Son las acciones combinadas, el valor, el arrojo y la estrategia de todo un ejército. No hay lugar para super-hombres que acaben con el enemigo en una ráfaga solitaria. Cada quien debe hacer su parte...





Así fue como comencé a hacer méritos o ganar puntos, como le decías tú. Esperando pacientemente el momento preciso para animarme. Sí bien en el manuscrito había dejado plasmado que esperaría a que tronaras con tu novio, al ver que no sabías como -o no querías pensar en ello, como realmente me di cuenta después-, decidí ir lentamente avanzando hasta que tomaras esa decisión.


Pensé en regalarte una rosa y así lo hice. Ese día me sentí tan especial cuando me confesaste que era la primera que te regalaba un chico con intenciones. Me sentí, por vez primera, especial, único... sentí que de la nada me saldrían unas alas de ángel y te llevaría a pasear todas las mañanas a perseguir el rocío de las flores...


En eso estaba, cuando una gélida y gris tarde de otoño me llegó la noticia de los propios dedos de la CCHera que ella ya tenía novio. Ya había habido antecedentes de esto, pero de alguna ridícula manera pensé que podría intentarlo con ella cuando llegara a la Facultad un año después. La noticia me llegó como la explosión de una granada de mano de lleno en la cara. Recuerdo que estaba platicando con ella por messenger en la biblioteca del principal, pues faltaba poco para mi clase de Programación Avanzada y Métodos Numéricos. En cuanto me dijo eso, me despedí abrúptamente de ella y de todos con los que estaba platicando, apagué la laptop, recogí mis cosas y salí cómo bólido del recinto con los ojos vidriosos de lágrimas. Quedaban 15 minutos para la clase y en ese intervalo me encerré en el baño para llorar brevemente mi pena y que no me vieran llegar en mal estado al salón.


Estaba totalmente deshecho. Por alguna razón que no alcanzo a comprender del todo, sentí que se me acabó el mundo. Perdí toda certeza de donde estaba parado y la armadura de caballero que me había puesto para la expedición por tu corazón se desmoronó en placas de óxido metálico ante las lágrimas.





Fue entonces que la bloqueé en el messenger y dejé de verla en persona. Por mi depa sonaba todas las noches una y otra vez “Espero curarme de ti” y canciones de José José, de Jose Alfredo Jimenez y varios más para intentar nuevamente darme paz e incluso llegué a caer en el alcohol -aunque no muy profundo, debo aclarar-. Hasta que una amiga me platicó de una psicóloga muy buena que trata a todas sus hermanas. Ella fue, junto con varias otras personas más -incluyéndote a ti- que me ayudaron a salir adelante.


Las terapias eran los lunes al filo del anochecer en satélite -De la Facultad de Ingeniería a su consultorio eran cuando menos hora y media de trayecto- y fueron precisamente las que sirvieron de desahogo.


Ella me hizo ver que la historia con la CCHera ya había tenido un final que yo no quise ver desde hacía mucho tiempo. Probablemente desde su mismo inicio... que ya tenía, por sanidad mental y el bien de ambos, que dejarla seguir su camino. Abrí los ojos y en pleno medio semestre me decidí a cruzar el desierto, ahora no por olvido sino por completar lo que no había hecho... por romper el ciclo. Fue un camino largo y tortuoso la recuperación, pero finalmente salí una vez más a flote.


Le conté muchas cosas y ella me hizo ver muchas más. Que no necesariamente la vida tenía que ser una constante lucha perdida. Le conté de ti -perdona si no debí- y ella sólo me dio ánimos. Me sentí renovado y más lleno de esperanza que nunca. Un nuevo Heinrich, que había tenido que ser derrotado de la manera más humillante, renació con el entendimiento de que era un ser igual que todos y que igual que todos él mismo forjaba su propio destino. Una vocecita dulce me lo recordó también al oído... tú me lo confirmaste cuando te pedí que me describieras en un párrafo.


Por otro lado, esto supuso también un golpe en lo academico, porque empecé a desatender muchas materias y se podría decir que fue el primer clavo en mi ataud. Me fui a final de cinemática en el primer parcial, dejé de entregar un proyecto de Programación y no tenía ni idea de qué estaban hablando en Principios de Termodinámica y Electromagnetismo.

Luego de una larga recuperación, nos transportamos a la soleada mañana de un 31 de agosto (Para que se vea la trascendencia de esto en mi vida, que hasta la fecha anoté en un calendario, casi como una fiesta nacional). En plena víspera del 70 aniversario de la invasión de Polonia por la Wehrmacht (el ejército aleman), estaba yo enfermísimo de la gripa, casi cayéndome en mis labores. Esa mañana como tantas otras había ido a buscarte a la biblioteca.


Pero había algo que no me hubiera imaginado hasta tenerlo enfrente. Te había puesto un viejo reto en el semestre anterior -para motivarte a echarle ganas- en el que si pasabas todas tus materias dignamente te regalaría mi laptop. Desgraciadamente, adelantaste la materia de “Algoritmos y estructura de datos” sin preguntarme. Necesitabas saber programar bajo el paradigma orientado a objetos y de ese modo te fue imposible pasar, así que conservé mi máquina. Esa mañana estábamos remembrando el pacto cuando se me ocurrió la jocosa idea -basada en un comercial- de cambiártela por un beso.


Al principio creí que bromeabas y no lo harías. Pero nos fuimos a un jardín recóndito a cumplir el pacto. Con todo y gripa, puse de nuevo mi rodilla en el pasto húmedo sin titubear.


-Deja su laptop en el suelo... pues le resta balance... y su mochila... porque le resta flexibilidad y su objetivo está muy, muy lejos...- Fueron mis palabras en ese momento de preparación.


Esto fue meramente la repetición de aquella vez que me arrodillé a besar tu mano en plena estación del metro hacía un año. Sólo que esta vez estaba decidido a hacer lo que no pude en esa ocasión. Me acerqué a ti como la vez que te acorralé contra el árbol. Nuestras narices chocaron y los labios se rozaron. Dudé y retrocedí.


-No puedo mancillar algo tan hermoso- Te dije en un susurro mientras te miraba a los ojos con una pequeña lágrima en ellos.


Entonces arremetí con bríos renovados y sin pensarlo 2 veces, ya estaba probando tus labios. Entonces supe sin duda alguna, a qué sabía la gloria. Fue un beso que cargaba con casi dos décadas de amores contenidos y rechazados, de ilusiones apagadas y el brío del recuerdo de todos mis sueños rotos. Por vez primera llovía en pleno desierto y yo junté con mis manos toda el agua pura y cristalina que fui capaz para saciar mi sed.





Recuerdo que te besé un par de veces más y fue sólo la confirmación de mi primera comunión contigo. En ese momento comprendí lo inmensamente estúpido que había sido por no haberme fijado en tí desde que mi fuero interno reconoció a tu ser.


Como dijera el buen Enrique Bunbury en su célebre canción “El Rescate”...


“Yo tampoco me explico por qué no acudí antes a ti.
Pero nadie puede salvarme,
nadie sabe lo que sabes,
y tampoco entregarían lo que vale mi rescate.
No hay dinero, ni castillos,
ni avales, ni talonarios,
no hay en este mundo,
-aunque parezca absurdo-,
ni en planetas por descubrir,
lo que aquí te pido.”

Entonces tuve que regresar a la realidad cuando me pediste la laptop. Era parte del trato y estaba conciente de ello... Era la ley de mi vida. Una herida mortal, por cada momento de gloria...


-Llegaré a casa sin laptop el fin de semana, pero les diré que la cambié por seguir mis ideales... por algo que yo considero algo sagrado y un fin último... y ellos dirán “Falla épica, hijo... Falla épica...”-fue lo que pensé.


Intenté hacerme el loco y no darte mi máquina, intenté negociar y entonces llegamos al común acuerdo de que cada beso que te diera te lo cambiaría por una tarea.


Acepté e hice un patético intento por hacer tu tarea de álgebra lineal. Patético por falta de tiempo -empecé con ella en la madrugada- y por falta de práctica. Algunos de los ejercicios eran tan obvios, que bastaba con enunciar un teorema para demostrar lo que se pedía, pero por alguna extraña razón no fueron calificados así.


Llegué a sentir un poco de miedo, he de confesar, porque precisamente ya había pasado en una ocasión anterior que al dar el primer beso todo cambió... para mal. Afortunadamente, como tu misma lo dijiste...


-Yo no soy como ella...- Y efectivamente, porque a pesar del gripón loco que tenía, no te contagié...


Así pasó uno de los meses más hermosos de mi vida. Tú y yo escapando de la mirada furtiva de los curiosos para compartirme un poco de esperanza y yo para darte un poco de amor en cada beso. Fue, entre beso y beso, la primera vez que te dije “te amo” y en verdad lo decía como nunca pensé volverlo a hacer.

Al fin, me sentí en la cima del mundo. El profesor de Cálculo Vectorial debió preguntarse más de una vez si me estaba burlando de él o si me había dado parálisis facial, porque siempre entraba a su clase con una enorme sonrisa luego de haber pasado la mañana contigo. Hasta mis amigos me preguntaban si consumía alguna especie de droga o si como sospechaban, al fin había conseguido novia. Sólo a los más cercanos (como al buen Miguel o al Ramiro de la Facultad... o a Mireya de la secu) les conté la verdad.


Precisamente de ellos y de mi psicóloga recibí pequeños tips de qué hacer. Siempre me apoyaron incondicionalmente y por este medio también se los agradezco si lo llegan a leer, sin ellos quizás nunca hubiera tenido el valor para hacer todo lo que hice.

Llegó octubre y con la conmemoración de la masacre del '68 también llegó lo que yo creí que era el final del viaje. El remordimiento de traicionar -de alguna u otra manera- a tu novio te hizo ponerme un alto. Yo sólo mitigaba tus temores justificando que “somos jovenes”, “él ni se tiene porque enterar” y varias frases más, pero yo podía sentir crecer tu angustia y comencé a sentirme culpable también. Principalmente cuando caí en cuenta de que en verdad lo quieres, cuando un jueves -dia anterior a la masacre- hablaste alegremente de él con uno de tus amigos de tiempo atrás.


Fue exactamente el viernes 2 de octubre del 2009 cuando te dije que me retiraría hasta que arreglaras tus asuntos. Que no volvería a probar tus labios hasta que cortaras a tu novio. Con todo el dolor de mi alma te ofrecí mi retirada. Quedó también plasmado al margen de mi cuaderno de Vactorial.


“-Derrota: Una vez más nos retiramos con las manos vacías y el corazón en una bolsa para cadaver” -Hoy firmé mi retirada: 02/Oct/09 “. Aún se puede leer en sus hojas.


Sin embargo, no se puede decir que caí en una depresión, porque no fue así. Simplemente pasó algo así como en una canción de los Rolling Stones “Paint it black”...

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Paint it black” (“Píntalo de negro”)


(En Ingles)
I see a red door
And I want it painted black
No colors anymore
I want them to turn black
I see the girls walk by
Dressed in their summer clothes
I have to turn my head
Until my darkness goes
I see a line of cars
And they’re all painted black
With flowers and my love
Both never to come back
I see them turn their heads
Quickly look away
Like a newborn baby
It just happens every day
I look inside myself
and see my heart is back
I see my red door
And I want it painted black
Maybe then I’ll fade away
And not have to face the facts
It’s not easy facing up
When your whole world is black
No more will my green sea
Go turn a deeper blue
I could not foresee
This thing happening to you.
If I look hard enough
Into the setting sun
My love will laugh with me
Before the morning comes
I Wanna see it painted
Painted Black
Black as night
(Repeat 'till fade)

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(En español)
Veo una puerta roja
y la quiero pintada de negro
No más colores
quiero que se vuelvan negro
Veo a las chicas pasar
Vestidas en sus atuendos de verano
Tengo bajar mi cabeza
hasta que mi oscuridad se haya ido.
Veo una línea de autos
Y todos están pintados de negro
Con flores y mi amor
ambos nunca volverán
Veo que bajan la cabeza
Rápidamente para esquivar la mirada
Justo como un recien nacido
es algo de todos los días
Miro dentro de mi
y veo que mi corazón es negro
Veo una puerta roja
y la quiero pintada de negro
Quizas así me desvaneceré
Y no tenga que enfrentar los hechos
No es fácil mirar de frente
Cuando todo tu mundo es negro
Nunca más mi verde mar
se volverá azul oscuro
No pude preveer
Que esto te pasara a ti
Si miro suficientemente duro
al sol ponerse
mi amor se reirá conmigo
hasta el amanecer
Lo quiero ver pintado
pintado de negro
negro como la noche
(Repetir los últimos 3 renglones hasta el fin de la canción)
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Habiendo firmado una tregua, recuerdo que te pregunté alguna vez:
-¿Y cuando se lo vas a decir?...
Entonces tú empezaste a divagar y supe que quizas la cosa se extendería muchos meses. A lo mejor hasta años o cómo tu misma dijiste. “a la mejor nunca sucede”. Y ya con resignación en el alma, volvimos a ser amigos, con el común acuerdo de que finjiríamos que nada había ocurrido nunca.
Nuevamente cuando quise ahogar mis penas en alcohol con "la compañera" y sus amigos, la historia dio otro giro inesperado. Francamente no recuerdo si fuiste tu o fui yo, el caso es que comencé a recorrer tímidamente tu cuerpo por debajo de la mesa una mañana de invierno, con el pretexto de que era un turista con el mero propósito de cruzar tus fronteras y “conocer el mundo”.
Me sentí ilusionado una vez más. Pues lo que la vida me había negado en un mar de llanto, de la nada ya lo estaba consiguiendo. Regresaron las sesiones de besos en plenas vísperas de los examenes finales. Nunca olvidaré aquél día en el que la lluvia volvió a caer en lo que antes fue un desierto y ahora era una incipiente biósfera, con gran riqueza en fauna de sueños y esperanzas.


-¡Vengan finales a mi!...-gritaba retando al destino, mientras te besaba y abrazaba bajo los azules cielos de la calma previa a la tormenta.


Fue también ahí cuando me enseñaste “a la mala” la ley de la atracción; sí... estábamos de vuelta, pero el destino atendió a mi otro llamado y por varias circunstancias me fui a todos los finales que pude. 4 de 5, hasta tú estabas sorprendida. Sin embargo y luego de los famosos maratones: estudiar casi todo el día de una misma materia, logré salir adelante dignamente... excepto precisamente en vectorial. Recuerdo que me acompañaste a ver mi calificación y salí tan abatido, que sólo un beso tuyo me pudo devolver el sosiego...
Fue bastante interesante este periodo de escapes furtivos a páramos nuevos y desolados. Los tiempos de “ahora si, una hora nada más...”, la época de conocernos hasta el más recóndito lugar de nuestras almas, tiempo de descubrimiento y de dicha...
Esa semana para mí fue precisamente “el mejor de los tiempos... el peor de los tiempos”. De algún modo me demostré a mi mismo que en efecto, no era necesario enterrar la vida privada para sacara delante a la académica, ni visceversa. Que bien podía estudiar en las mañanas contigo, para disfrutar el medio día y regresarme a estudiar toda la tarde y la noche.
En esta tardía época, de extrema felicidad y mar de extasis con los múltiples sabores de la mística India... con la sabiduría acumulada por los siglos en Los Vedas, en el pleno cenit, fue precisamente el segundo encuentro con tu novio. Esta vez las cosas habían cambiado mucho.



HD2C- Fragmento II: Las batallas perdidas en el desierto

Alguna vez hace no mucho tiempo me reclamaste precisamente el porque te dejé de hablar repentinamente en segundo semestre. La razón es muy simple en verdad; no fue que me hubieras hecho algo o que de la nada me hubieras caido mal. Simplemente quería olvidarte. Arrancar esa parte ilusa de mi que se había fijado en tí, como se arranca la rama seca y enferma de un arbol para salvarle la vida. En pocas palabras, quería finjir que nunca había sentido más que amistad por tí e intentar seguir tratándonos como siempre en cuanto me hubieran cerrado las heridas. Me dio mucho miedo que pasara lo mismo que con la CCHera, que al declararle mi amor, cambió abrúptamente de considerarme uno de sus mejores amigos a tratarme con la punta del pie.

Ante esto, y luego de mucho meditarlo y consultarlo con mis amigos, sentí que distanciarme un poco sería  lo mejor. Creí ingenuamente que poco a poco las lágrimas borrarían los recuerdos, el deseo o al menos trataría de engañar al alma, disfrazando a la soledad con un segundo intento con la CCHera, quien -no abiertamente, pero las indirectas eran claras- me seguía rechazando. Una vez más confundí el bálsamo con el veneno, como dijeran algunos de mis amigos.

Por esto, empaqué mis cosas y comenzó lo que denomino “cruzar el desierto”; que no es nada más que alejarme a meditar en lugares solitarios. Vagando por la cuidad mientras evaluaba todos los factores que se envolvían en esa delicada maraña de argumentos. Encontrarme a mi mismo y discutir sobre lo que es bueno y es malo. Creí haberlo superado e incluso me puse a prueba un par de veces, como cuando me colé a una de tus clases de cálculo, con el “magnífico” profesor Cangas e incluso tomé tu mano una vez más entre la mía, como para demostrarme que el fuego ya se había extinto.

En otro frente, seguía rogando a la CCHera por un tipo de amor que jamás me tuvo ni me tendrá. Surgieron muchos problemas por esto y las discusiones eran más que frecuentes. Llegó un momento en el que ella iba a la facultad varias veces a la semana para terminar proyectos que nos dejaban en un curso sabatino. Me sentía en medio de la gloria y el infierno... Ni totalmente derrotado, ni con la victoria entre mis dedos... Intentando por un lado quitarme esa imagen tuya que yo mismo había hecho y a la vez intentando ganar una batalla perdida hacía mucho tiempo, a la espectativa y sin avanzar como los soldados alemanes cuando el avance del ejército nazi en la cuidad de Stalingrado. Con la esperanza rota, pero pegada por un poco de cinta de aislar.




Finalmente sobrevino la capitulación, donde tuve que retirar completamente mis fuerzas del frente en el CCH. Discutimos como nunca lo habíamos hecho por alguna niñería que realmente no recuerdo y terminamos bloqueándonos en el messenger y sin dirigirnos la palabra para nada. Quedó muy claro para mí que jamás habría nada más que una amistad -si lograba la reconciliación- con ella. La cinta de aislar al fin se había roto; mi corazón se estrelló de lleno contra el suelo y se hizo pedazos.

Ahí empezó la parte decisiva de esta historia. En este punto tuve que haber tomado dos fuertes decisiones que hubieran cambiado el rumbo de la historia, y finalmente decidí no hacer nada. Así como así, a medio camino de cruzar el desierto di media vuelta y me regresé como un cobarde justo por donde había llegado; sin haber completado el viaje, sin haber aprendido mis lecciones y sin conjetura alguna. Ni me encontré conmigo ni rectifiqué nada. Sólamente me decidí a enterrarme vivo en una montaña de deberes y obligaciones como manera de barrer mis problemas como el polvo que ocultan bajo la alfombra...

Fue como una época de oscurantismo. Me olvidé de mi vida no-profesional. El ingeniero quiso asesinar al poeta. Lo tuvo amordazado mucho tiempo y pensó que en verdad había ganado (eso se muestra en el texto “Simbolismos”, anteriormente publicado en este blog), pero al final no pudo, porque ambos son un todo y uno no puede sobrevivir sin el otro. Tanto fue que puse en riesgo mi salud por la falta de descanso y también la vida académica por una profunda depresión a la que vergonzosamente caí. Sin embargo, fue una resistencia férrea la que emprendió el poeta para regresar a su lugar y seguir con los intentos de escribir el pergamino que finalmente me atreví a entregarte.

Es por eso que en segundo semestre casi no me viste. Porque tenía miedo que el fuego que yo suponía extinto no lo estuviera del todo, y efectivamente seguía ardiendo clandestinamente. Ya no sólo me gustabas sino que llegó un punto en el que ya no podía dejar de pensar en tí...



HD2C- Fragmento I: De lucha libre y retiradas...


Era un lunes -recuerdo que era frío y gris- cuando me decidí a hablarte luego de haber pasado más o menos la mitad del semestre en el anonimato. Si no mal recuerdo estábamos en las bancas debajo de la torre norte del anexo de Ingeniería. Siempre te me habías hecho una chica linda y tierna, casi como una muñeca de porcelana de esas que ponen en el aparador. Simplemente algo tan hermoso, que dudé que fueras en esta Facultad. En verdad me alegraba el corazón ver esos ojitos tuyos escrutando el universo.


Por alguna extraña razón me diste mucha confianza desde el primer momento y te conté que me la había pasado. Te narré brevemente la razón de mi abatimiento y tu me escuchaste. Según yo, mi novia me había dejado por mi mejor amigo, lo cual era parcialmente cierto, pues a la chica que le había dado mi corazón estaba realmente enamorada de uno de mis amigos más cercanos. Sentí un enorme desahogo al compartir mis penas contigo y desde ese momento intuí que sabías curar almas destrozadas...


Me pareciste aún más linda que cuando simplemente te veía de lejos. Mi primera impresión de ti, precisamente fue de que no pertenecías precisamente a este mundo; que eras una especie de ser mágico que por alguna extraña razón había encarnado en un cuerpo humano, quizas por curiosidad o para aprender una lección. Un hada que por convicción propia se había colado entre la humanidad, ya fuera por ponerlos a prueba o a aprender alguna lección. Aún al momento de escribir esto, no estoy muy seguro del porque.


Luego un día te vi dibujando y me quedé asombrado con un hada que habías hecho a lapiz. Los detalles, la proporción; todo era maravilloso y te pedí que me dibujaras una para mi. Lo hiciste y ese dibujo aún lo guardo como algo hermoso. Una rosa que nació en la aridez de un cuaderno de Geometría Analítica.


Pero en efecto, ya desde el primer semestre me habías gustado y mientras más te conocía más me gustabas. Pronto me enteré de que tenías novio y me sentí profundamente desalentado, sin embargo, sentí que había algo de esperanza, pues tú renegabas de él. “Mi novio es un tarado” llegaste a decir. Yo te dije, medio en broma medio en serio (como para no hacer esperanzas vacías) “déjalo” y desde ahí empezó todo... En ese momento, fue que ilusamente pensé que podría derrocarlo en unos cuantos movimientos y darte toda la felicidad que -según yo- él te debía...


Luego nos empezamos a juntar mucho más. Recuerdo con mucho cariño esas clases que pasábamos como compañeros de banca en las lecciones de química. La pobre profesora dando su enésimo intento de dar una clase decente y tu y yo echando relajo, hablando por messenger -que no era más que un humilde trozo de papel en el que escribíamos debrayes- y haciendo historias como la de “hidrogenito”. Fue precisamente a través del messenger que te confesé lo que ya sabías, aunque no lo dijeras. En un juego de ahorcado escondí la frase “Me gustas” y tu lo lograste descifrar. Luego en el metro cuando me hincaba a besar tu mano enfrente de todos... esos momentos y muchos otros momentos, los atesoro con mucha alegría... Me sentí capaz de cualquier cosa que me pidieras... de llenarte de besos y abrazos que no sabía como aterrizar.


Fue una época muy hermosa. Recuerdo que entonces no me importó mucho el rechazo de la cchera, pues al fin creí ver un poco de luz al final de mi camino. Al fin creí tener algo de esperanza. Pensé que podría de algún modo hacerte feliz. Comencé a creer que podría darte todo el amor que te mereces... que dentro de mi mar de derrotas, aún había una isla que me salvara de la tormenta...


Hasta recuerdo en específico, un día lleno de viento que arrancaba las hojas de los árboles, ya marchitas por el otoño. Estábamos tirados en el pasto y me daban unas enormes ganas de probar tus labios furtivamente, por vez primera. Te lo dije, que existía una parte malvada en mí que no podía contener. Ese lobo estepario, sediento y hambriento, al que la vida lo había hecho siempre a un lado; que siempre se había quedado con las ganas. Te acorralé contra un arbol y cuando te tuve a unos muy escasos centímetros fue cuando mi parte buena retomó el control y me di cuenta que antes que todo debía pensar las cosas muy bien antes de actuar. Sentí una vez más la duda y el remordimiento mordiendo mi nuca y apartándome de ti.


Compartimos series de ánime y en una de esas -School Rumble- había uno que trataba sobre una chica muy tímida que le quería declarar su amor a un chico y al no poder decirselo de frente recurre a indirectas que él no recibe. Entonces decide escribir un pergamino.


-¡Esa era la solución!- pensé la tarde en la que vi ese capítulo. Si no me falla la memoria, a unos cuantos días del día de muertos puse manos a la obra. Sentía que lo que escribía no valía la pena e intenté muchas veces comenzar de nuevo. Ese pergamino debía ser lo mejor que hubiera escrito en la vida y sentí que ninguna de sus versiones me convencía y conforme iba incinerando a sus antecesores, ya estaba comenzando a escribir una nueva versión en un ciclo de nunca acabar. Tanto fue, que se convirtió en una suerte de obsesión que no finalizaría en un largo tiempo.


Luego vino ese fatídico día en el que te acompañé al metro copilco, donde te esperaba tu novio. Ese día muchas cosas cambiaron dentro de mí. Lo vi e inmediatamente comprendí que no podría competir contra él. Físicamente era mucho mejor y yo entonces sentí que no te merecía. Fue entonces cuando emprendí mi retirada. Tímidamente los vi por la ventana del metro que avanzaba, ustedes tan felices y yo intentando en cada lágrima darme paz...


Fue un invierno de esos en los que, si hubiera nevado en este país, me hubiera gustado arrancarme el corazón y simplemente enterrarlo en la nieve hasta que dejara de latir...




HD2C- Introducción


La historia de 2 corazones


Miercoles al atardecer, a unos cuantos días de la navidad. Luego de ir de compras al centro histórico por los regalos, desvío un poco la ruta entre unas bulliciosas calles y me detengo ante la imperiosa estatua de Carlos IV montado en su caballo, que se encuentra en el recibidor del antiguo Colegio de Ingenieros. Poco más de un año atrás estábamos haciendo una visita guíada a cargo del profesor de la chocolatera materia de cultura y comunicación al mismo recinto. Me siento en una banca cercana para pensar un poco o más bien: para recordar... traer de vuelta los momentos en los que empezó todo esto, que en este humilde escrito debo decir.


Me decido a entrar un momento y observo la fuente del patio principal. Fue aquí donde nos tomamos la foto de grupo que guardo con tanto cariño en lo más recóndito de mi disco duro. Aunque no somos todos los que estamos y muchos ya han abandonado; en la foto están unos de mis mejores amigos y la más importante de ellos para mi: Tú.


Cierro los ojos unos segundos y las imágenes vuelven nítidamente a mi. Desde el momento en el que te vi por vez primera hasta el viernes que te acompañé a tu examen de integral. Algunos con fechas nebulosas y otros con exactitud histórica. Volvamos, pues, un poco los pasos para comprender mucho mejor la historia. Así como en el estilo de un documental del History Channel.







Era el fin del verano del 2008. Entraba a la Facultad de Ingeniería un sujeto raro y desaliñado que se hace llamar “Heinrich”. Seguro de sí mismo cruza la reja azúl todas las mañanas con paso firme y semblante orgulloso, casí soberbio. En sus clases normales demuestra un dominio que muchos tomarían por arrogancia; pasando constantemente al frente y tomando como “un paseo por el parque” muchos de los temas expuestos.


Juega con sus compañeros y los advierte de temas que podrían ser algo dificiles para encararlos mejor. Si bien no se lleva con todo el salón, por lo menos ubica sus rostros y los saluda al llegar. No un compañero modelo, pero bien leal a su pequeño y entrañable grupo de amigos.


Pero detrás de todo eso, en verdad se esconde un ser más bien temeroso y un tanto inseguro, el pasado aún exprime su alma de vez en cuando. Si bien en la vida académica se ha desempeñado bastante bien desde sus más puériles inicios, son los incontables fracasos amorosos los que lo mantienen de capa caída cada que sabe de una historia de amor existosa. Siempre quiso una oportunidad para demostrar su valía y nunca se la había ganado, soñaba con una relación estable con una chica que fuera comprensible con su baja estatura y su apariencia que lo alejaba de ser un galán cualquiera. Siempre soñó y se llenó de ilusiones -casi todas ellas masacradas por las circunstancias- por las que siempre dio su mejor esfuerzo.


Sin embargo, por esas fechas, él estaba haciendo su segundo intento para conquistar el corazón de una chica -en ese entonces alumna del CCH Naucalpan- a pesar de las abrumantes distancias de sus respectivos colegios. La había conocido en el verano, en un curso intersemestral para superar la dificil transición de la educación media a la superior.


Ya había sufrido una penosa derrota en su primera ofensiva, pero él no retiró a sus tropas, si no que por alguna extraña razón -que analizaremos más adelante- decidió mandar más refuerzos. Echó toda la carne al asador en un intento desesperado de hacer algo que nunca pudo lograr. A pesar de las frecuentes advertencias de sus amigos más cercanos, casi enloquecido y enajenado prosiguió sólo para encontrar una derrota mucho más estrepitosa a principios del otoño de 2009, con su capitulación y consecuente crisis.


Pero fue precisamente en el periodo entre ambas ofensivas que se desvió un poco la atención del primer frente. Algo que si bien no se le había puesto la atención que merecía en esos tiempos, resultó trascender en el tiempo. De pronto Heinrich conoció a una chica hermosa -a la que llamaremos Señorita mágica- y algo se movió dentro de él... Así comienza esta historia, misma que deberá escribirse en la marcha, pues aún al momento de cerrar la edición no tiene un final claro.


La historia de un hombre hecho por sí mismo. De un hombre que, pese a cargar un saco lleno de derrotas, nunca se retiró y preferió luchar por sus ideales hasta las últimas consecuencias. Comencemos pues, con la estrepitosa historia a la que titularemos “Historia de 2 corazones”.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Simbolismos

En el fondo sabía que tarde o temprano este momento llegaría. Aplazarlo más solo traería más miseria a mi pueblo, oprimido por la locura de este hombre a quien debía cortarle la traquea aquella noche.
Había cruzado la jungla: su último bastión en medio de una isla del Pacífico. Ahí había fundado su imperio que duraría mil años si yo no me hubiera decidido a aceptar la misión. Recibí el más arduo entrenamiento durante un año. Instrucción en el manejo de todo tipo de armas de fuego, explosivos, camuflaje y supervivencia. Preparado para las inclemencias más duras y la resistencia más ferrea de sus hombres. Sin embargo no fue así. En cuanto desembarqué él ya me estaba esperando en la playa, como si hubiera sabido la fecha y el lugar exacto de mi llegada.
Ahí estaba ahí, cruzado de brazos y escrutándome tranquilamente como quien espera ver el crepúsculo de una noche de otoño.

-Pasa, te estaba esperando

Sus guardaespaldas colgaron sus armas al hombro con un cierto recelo al ver que su amo me reconoció. Uno de ellos me derribó e intentó arrebatarme la carabina que llevaba cruzada en la espalda y la pistola en mi cinturón.

-¿Dónde están esos modales?... devuélvanle sus cosas a mi invitado y déjenlo en paz.- Me ayudó a ponerme en pie.
-Espero no le resulte molesto acompañarme a tomar una copa a mi humilde palacio.

¿Humilde palacio? Ese cabrón estaba loco. Podía mandarte fusilar solo porque no le gustaba tu peinado o a los campos de concentración si consideraba que lo habías ofendido con tu mirada.

Una vez llegado al salón principal, su servidumbre dispuso una botella de vino, 2 copas y una caja de
habanos. Hicieron una reverencia y se fueron dejando la puerta cerrada. Desorchó la botella y sirvió las 2 copas. Desprecié la mía dejándola en la mesa

-¡Salud!... por que nuestra misión sea exitosa- Brindó al aire con gran sarcasmo

 No podía soportar verlo a su ruín cara ni un minuto más. ¿Asesinarlo a quemarropa? Era algo falto de honor, pero práctico en principio, así que desenfundé mi confiable revolver, le quité el seguro y le apunté justo en la frente.

-Sí, sabía que ha venido a matarme. Lo felicito por su enorme valor. Tomar una vida no es algo que uno hace a la ligera...
-¿Tú que sabes?... has cometido atrocidades que no me atrevo a pronunciar- Mi dedo índice quería
terminar.
-Máteme si quiere, yo nunca tomé una vida sin perseguir mis ideales... Jale el gatillo y regrese a casa para que le reciban como un heroe... pero eso no resolverá nada...
-Vete al infierno...
-Obsérveme detenidamente antes de decidir... Repito: detenidamente.

De la nada ya no estaba aquél tirano si no un espejo justo enfrente de mi. Mi reflejo no me apuntaba de vuelta con un revolver, si no que esperaba pacíficamente con los ojos fijos en los míos...




martes, 15 de diciembre de 2009

Cohesión

Escenario: Metro Copilco, en los torniquetes.

Frase: "Gracias por darle cohesión a este hombre, partido en 2..."-tomo su mano y la beso- "partido en mil"- Una lágrima escapa de cada lado ante la conmoción.

Comentario: Pues aquí queda clara la dualidad Ingeniero-Poeta. Uno puede ocupar la cohesión -que es la fuerza en la que las moléculas se mantienen unidas- para expresar que se tenía el corazón roto antes de que ella le diera un suave bálsamo.