miércoles, 30 de diciembre de 2009

HD2C- Fragmento III: El mejor de los tiempos... el peor de los tiempos.


Ya lo dijo sabiamente Charles Dickens, el célebre escritor de “Historia de 2 ciudades” en la introducción de su obra, que tomaré prestada con su permiso (o su horror) para explicar más claramente la calidad de la situación (mismo que infamemente tomo para darle título a este pequeño texto. “Historia de 2 corazones”):

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la era de la sabiduría, era la edad de la estupidez, era la época de creencias, era la época del escepticismo, era la estación de la luz, era la estación de la obscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno del desprecio, teníamos todo ante nosotros, no nos quedaba nada, íbamos directo al cielo, íbamos exactamente en el camino opuesto. En resumen, el periodo era tan lejano y confuso como el presente, que algunas de las más molestas autoridades insistían en recibir, para bien o para mal, un grado superlativo de comparación solamente.

Había un aspirante con una larga y curva nariz, y una dama de finas facciones y ojos adorables como de muñeca de porcelana en la Facultad de Ingeniería; Había un aspirante con larga y curva nariz, y una dama de finas facciones enmarcadas por unos lentes en el CCH. En ambos lugares estaba más claro que el cristal que la suerte ya estaba echada por siempre y para siempre.”




Fue en este semestre donde por fortuna coincidieron nuestros horarios y tenía mi bonche de horas libres justo cuando ya habías acabado tu jornada. Así que nos veíamos 3 veces a la semana y yo era muy feliz. De 8.30 a 11.30 las puertas del paraíso se abrían para dejarme pasar aunque fuera por un rato

Mis mañanas se convirtieron en tuyas al pasar el tiempo y el largo camino del último salón del penútlimo piso de la última torre del principal al último piso de la biblioteca del anexo ya lo recorría con singular alegría, por el hecho de verte una vez más.


Fue entonces cuando te dediqué las frases más románticas que era capaz de dar. Que tomaba tu mano entre la mía y tu preguntabas “¿Qué?” y yo te respondía con un tosco “Nada” que ya intuías cargado de tantas cosas... que no era ni por mucho un “Nada” como cualquiera. Cada que te decía -y ocacionalmente sigo diciendo- “Nada”, en realidad te estaba declarando calladamente un amor que ya llevaba 1 año de haber echado raíces en lo más profundo de mi corazón. Cada que decía “Nada” era un “Te amo, pero no sé como decirlo” disfrazado.


Me convertí en una especie de caballero perdido en el tiempo, con todo y armadura, que vendría a regar tus jardines con la inagotable fuente de la felicidad que recientemente había descubierto en mi mismo. Vencí y corté de tajo todas mis dudas y mis inseguridades. Sin embargo, aún no era tiempo y decidí esperar. Por que esto del amor, como algún día escribí al margen de mi cuaderno de Cálculo Vectorial, en un símil con la guerra...


-Efectivamente, como lo advertí hace a penas un año. Una guerra no se gana con unos pocos movimientos; por brutales que sean, no es suficiente. Son las acciones combinadas, el valor, el arrojo y la estrategia de todo un ejército. No hay lugar para super-hombres que acaben con el enemigo en una ráfaga solitaria. Cada quien debe hacer su parte...





Así fue como comencé a hacer méritos o ganar puntos, como le decías tú. Esperando pacientemente el momento preciso para animarme. Sí bien en el manuscrito había dejado plasmado que esperaría a que tronaras con tu novio, al ver que no sabías como -o no querías pensar en ello, como realmente me di cuenta después-, decidí ir lentamente avanzando hasta que tomaras esa decisión.


Pensé en regalarte una rosa y así lo hice. Ese día me sentí tan especial cuando me confesaste que era la primera que te regalaba un chico con intenciones. Me sentí, por vez primera, especial, único... sentí que de la nada me saldrían unas alas de ángel y te llevaría a pasear todas las mañanas a perseguir el rocío de las flores...


En eso estaba, cuando una gélida y gris tarde de otoño me llegó la noticia de los propios dedos de la CCHera que ella ya tenía novio. Ya había habido antecedentes de esto, pero de alguna ridícula manera pensé que podría intentarlo con ella cuando llegara a la Facultad un año después. La noticia me llegó como la explosión de una granada de mano de lleno en la cara. Recuerdo que estaba platicando con ella por messenger en la biblioteca del principal, pues faltaba poco para mi clase de Programación Avanzada y Métodos Numéricos. En cuanto me dijo eso, me despedí abrúptamente de ella y de todos con los que estaba platicando, apagué la laptop, recogí mis cosas y salí cómo bólido del recinto con los ojos vidriosos de lágrimas. Quedaban 15 minutos para la clase y en ese intervalo me encerré en el baño para llorar brevemente mi pena y que no me vieran llegar en mal estado al salón.


Estaba totalmente deshecho. Por alguna razón que no alcanzo a comprender del todo, sentí que se me acabó el mundo. Perdí toda certeza de donde estaba parado y la armadura de caballero que me había puesto para la expedición por tu corazón se desmoronó en placas de óxido metálico ante las lágrimas.





Fue entonces que la bloqueé en el messenger y dejé de verla en persona. Por mi depa sonaba todas las noches una y otra vez “Espero curarme de ti” y canciones de José José, de Jose Alfredo Jimenez y varios más para intentar nuevamente darme paz e incluso llegué a caer en el alcohol -aunque no muy profundo, debo aclarar-. Hasta que una amiga me platicó de una psicóloga muy buena que trata a todas sus hermanas. Ella fue, junto con varias otras personas más -incluyéndote a ti- que me ayudaron a salir adelante.


Las terapias eran los lunes al filo del anochecer en satélite -De la Facultad de Ingeniería a su consultorio eran cuando menos hora y media de trayecto- y fueron precisamente las que sirvieron de desahogo.


Ella me hizo ver que la historia con la CCHera ya había tenido un final que yo no quise ver desde hacía mucho tiempo. Probablemente desde su mismo inicio... que ya tenía, por sanidad mental y el bien de ambos, que dejarla seguir su camino. Abrí los ojos y en pleno medio semestre me decidí a cruzar el desierto, ahora no por olvido sino por completar lo que no había hecho... por romper el ciclo. Fue un camino largo y tortuoso la recuperación, pero finalmente salí una vez más a flote.


Le conté muchas cosas y ella me hizo ver muchas más. Que no necesariamente la vida tenía que ser una constante lucha perdida. Le conté de ti -perdona si no debí- y ella sólo me dio ánimos. Me sentí renovado y más lleno de esperanza que nunca. Un nuevo Heinrich, que había tenido que ser derrotado de la manera más humillante, renació con el entendimiento de que era un ser igual que todos y que igual que todos él mismo forjaba su propio destino. Una vocecita dulce me lo recordó también al oído... tú me lo confirmaste cuando te pedí que me describieras en un párrafo.


Por otro lado, esto supuso también un golpe en lo academico, porque empecé a desatender muchas materias y se podría decir que fue el primer clavo en mi ataud. Me fui a final de cinemática en el primer parcial, dejé de entregar un proyecto de Programación y no tenía ni idea de qué estaban hablando en Principios de Termodinámica y Electromagnetismo.

Luego de una larga recuperación, nos transportamos a la soleada mañana de un 31 de agosto (Para que se vea la trascendencia de esto en mi vida, que hasta la fecha anoté en un calendario, casi como una fiesta nacional). En plena víspera del 70 aniversario de la invasión de Polonia por la Wehrmacht (el ejército aleman), estaba yo enfermísimo de la gripa, casi cayéndome en mis labores. Esa mañana como tantas otras había ido a buscarte a la biblioteca.


Pero había algo que no me hubiera imaginado hasta tenerlo enfrente. Te había puesto un viejo reto en el semestre anterior -para motivarte a echarle ganas- en el que si pasabas todas tus materias dignamente te regalaría mi laptop. Desgraciadamente, adelantaste la materia de “Algoritmos y estructura de datos” sin preguntarme. Necesitabas saber programar bajo el paradigma orientado a objetos y de ese modo te fue imposible pasar, así que conservé mi máquina. Esa mañana estábamos remembrando el pacto cuando se me ocurrió la jocosa idea -basada en un comercial- de cambiártela por un beso.


Al principio creí que bromeabas y no lo harías. Pero nos fuimos a un jardín recóndito a cumplir el pacto. Con todo y gripa, puse de nuevo mi rodilla en el pasto húmedo sin titubear.


-Deja su laptop en el suelo... pues le resta balance... y su mochila... porque le resta flexibilidad y su objetivo está muy, muy lejos...- Fueron mis palabras en ese momento de preparación.


Esto fue meramente la repetición de aquella vez que me arrodillé a besar tu mano en plena estación del metro hacía un año. Sólo que esta vez estaba decidido a hacer lo que no pude en esa ocasión. Me acerqué a ti como la vez que te acorralé contra el árbol. Nuestras narices chocaron y los labios se rozaron. Dudé y retrocedí.


-No puedo mancillar algo tan hermoso- Te dije en un susurro mientras te miraba a los ojos con una pequeña lágrima en ellos.


Entonces arremetí con bríos renovados y sin pensarlo 2 veces, ya estaba probando tus labios. Entonces supe sin duda alguna, a qué sabía la gloria. Fue un beso que cargaba con casi dos décadas de amores contenidos y rechazados, de ilusiones apagadas y el brío del recuerdo de todos mis sueños rotos. Por vez primera llovía en pleno desierto y yo junté con mis manos toda el agua pura y cristalina que fui capaz para saciar mi sed.





Recuerdo que te besé un par de veces más y fue sólo la confirmación de mi primera comunión contigo. En ese momento comprendí lo inmensamente estúpido que había sido por no haberme fijado en tí desde que mi fuero interno reconoció a tu ser.


Como dijera el buen Enrique Bunbury en su célebre canción “El Rescate”...


“Yo tampoco me explico por qué no acudí antes a ti.
Pero nadie puede salvarme,
nadie sabe lo que sabes,
y tampoco entregarían lo que vale mi rescate.
No hay dinero, ni castillos,
ni avales, ni talonarios,
no hay en este mundo,
-aunque parezca absurdo-,
ni en planetas por descubrir,
lo que aquí te pido.”

Entonces tuve que regresar a la realidad cuando me pediste la laptop. Era parte del trato y estaba conciente de ello... Era la ley de mi vida. Una herida mortal, por cada momento de gloria...


-Llegaré a casa sin laptop el fin de semana, pero les diré que la cambié por seguir mis ideales... por algo que yo considero algo sagrado y un fin último... y ellos dirán “Falla épica, hijo... Falla épica...”-fue lo que pensé.


Intenté hacerme el loco y no darte mi máquina, intenté negociar y entonces llegamos al común acuerdo de que cada beso que te diera te lo cambiaría por una tarea.


Acepté e hice un patético intento por hacer tu tarea de álgebra lineal. Patético por falta de tiempo -empecé con ella en la madrugada- y por falta de práctica. Algunos de los ejercicios eran tan obvios, que bastaba con enunciar un teorema para demostrar lo que se pedía, pero por alguna extraña razón no fueron calificados así.


Llegué a sentir un poco de miedo, he de confesar, porque precisamente ya había pasado en una ocasión anterior que al dar el primer beso todo cambió... para mal. Afortunadamente, como tu misma lo dijiste...


-Yo no soy como ella...- Y efectivamente, porque a pesar del gripón loco que tenía, no te contagié...


Así pasó uno de los meses más hermosos de mi vida. Tú y yo escapando de la mirada furtiva de los curiosos para compartirme un poco de esperanza y yo para darte un poco de amor en cada beso. Fue, entre beso y beso, la primera vez que te dije “te amo” y en verdad lo decía como nunca pensé volverlo a hacer.

Al fin, me sentí en la cima del mundo. El profesor de Cálculo Vectorial debió preguntarse más de una vez si me estaba burlando de él o si me había dado parálisis facial, porque siempre entraba a su clase con una enorme sonrisa luego de haber pasado la mañana contigo. Hasta mis amigos me preguntaban si consumía alguna especie de droga o si como sospechaban, al fin había conseguido novia. Sólo a los más cercanos (como al buen Miguel o al Ramiro de la Facultad... o a Mireya de la secu) les conté la verdad.


Precisamente de ellos y de mi psicóloga recibí pequeños tips de qué hacer. Siempre me apoyaron incondicionalmente y por este medio también se los agradezco si lo llegan a leer, sin ellos quizás nunca hubiera tenido el valor para hacer todo lo que hice.

Llegó octubre y con la conmemoración de la masacre del '68 también llegó lo que yo creí que era el final del viaje. El remordimiento de traicionar -de alguna u otra manera- a tu novio te hizo ponerme un alto. Yo sólo mitigaba tus temores justificando que “somos jovenes”, “él ni se tiene porque enterar” y varias frases más, pero yo podía sentir crecer tu angustia y comencé a sentirme culpable también. Principalmente cuando caí en cuenta de que en verdad lo quieres, cuando un jueves -dia anterior a la masacre- hablaste alegremente de él con uno de tus amigos de tiempo atrás.


Fue exactamente el viernes 2 de octubre del 2009 cuando te dije que me retiraría hasta que arreglaras tus asuntos. Que no volvería a probar tus labios hasta que cortaras a tu novio. Con todo el dolor de mi alma te ofrecí mi retirada. Quedó también plasmado al margen de mi cuaderno de Vactorial.


“-Derrota: Una vez más nos retiramos con las manos vacías y el corazón en una bolsa para cadaver” -Hoy firmé mi retirada: 02/Oct/09 “. Aún se puede leer en sus hojas.


Sin embargo, no se puede decir que caí en una depresión, porque no fue así. Simplemente pasó algo así como en una canción de los Rolling Stones “Paint it black”...

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Paint it black” (“Píntalo de negro”)


(En Ingles)
I see a red door
And I want it painted black
No colors anymore
I want them to turn black
I see the girls walk by
Dressed in their summer clothes
I have to turn my head
Until my darkness goes
I see a line of cars
And they’re all painted black
With flowers and my love
Both never to come back
I see them turn their heads
Quickly look away
Like a newborn baby
It just happens every day
I look inside myself
and see my heart is back
I see my red door
And I want it painted black
Maybe then I’ll fade away
And not have to face the facts
It’s not easy facing up
When your whole world is black
No more will my green sea
Go turn a deeper blue
I could not foresee
This thing happening to you.
If I look hard enough
Into the setting sun
My love will laugh with me
Before the morning comes
I Wanna see it painted
Painted Black
Black as night
(Repeat 'till fade)

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(En español)
Veo una puerta roja
y la quiero pintada de negro
No más colores
quiero que se vuelvan negro
Veo a las chicas pasar
Vestidas en sus atuendos de verano
Tengo bajar mi cabeza
hasta que mi oscuridad se haya ido.
Veo una línea de autos
Y todos están pintados de negro
Con flores y mi amor
ambos nunca volverán
Veo que bajan la cabeza
Rápidamente para esquivar la mirada
Justo como un recien nacido
es algo de todos los días
Miro dentro de mi
y veo que mi corazón es negro
Veo una puerta roja
y la quiero pintada de negro
Quizas así me desvaneceré
Y no tenga que enfrentar los hechos
No es fácil mirar de frente
Cuando todo tu mundo es negro
Nunca más mi verde mar
se volverá azul oscuro
No pude preveer
Que esto te pasara a ti
Si miro suficientemente duro
al sol ponerse
mi amor se reirá conmigo
hasta el amanecer
Lo quiero ver pintado
pintado de negro
negro como la noche
(Repetir los últimos 3 renglones hasta el fin de la canción)
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Habiendo firmado una tregua, recuerdo que te pregunté alguna vez:
-¿Y cuando se lo vas a decir?...
Entonces tú empezaste a divagar y supe que quizas la cosa se extendería muchos meses. A lo mejor hasta años o cómo tu misma dijiste. “a la mejor nunca sucede”. Y ya con resignación en el alma, volvimos a ser amigos, con el común acuerdo de que finjiríamos que nada había ocurrido nunca.
Nuevamente cuando quise ahogar mis penas en alcohol con "la compañera" y sus amigos, la historia dio otro giro inesperado. Francamente no recuerdo si fuiste tu o fui yo, el caso es que comencé a recorrer tímidamente tu cuerpo por debajo de la mesa una mañana de invierno, con el pretexto de que era un turista con el mero propósito de cruzar tus fronteras y “conocer el mundo”.
Me sentí ilusionado una vez más. Pues lo que la vida me había negado en un mar de llanto, de la nada ya lo estaba consiguiendo. Regresaron las sesiones de besos en plenas vísperas de los examenes finales. Nunca olvidaré aquél día en el que la lluvia volvió a caer en lo que antes fue un desierto y ahora era una incipiente biósfera, con gran riqueza en fauna de sueños y esperanzas.


-¡Vengan finales a mi!...-gritaba retando al destino, mientras te besaba y abrazaba bajo los azules cielos de la calma previa a la tormenta.


Fue también ahí cuando me enseñaste “a la mala” la ley de la atracción; sí... estábamos de vuelta, pero el destino atendió a mi otro llamado y por varias circunstancias me fui a todos los finales que pude. 4 de 5, hasta tú estabas sorprendida. Sin embargo y luego de los famosos maratones: estudiar casi todo el día de una misma materia, logré salir adelante dignamente... excepto precisamente en vectorial. Recuerdo que me acompañaste a ver mi calificación y salí tan abatido, que sólo un beso tuyo me pudo devolver el sosiego...
Fue bastante interesante este periodo de escapes furtivos a páramos nuevos y desolados. Los tiempos de “ahora si, una hora nada más...”, la época de conocernos hasta el más recóndito lugar de nuestras almas, tiempo de descubrimiento y de dicha...
Esa semana para mí fue precisamente “el mejor de los tiempos... el peor de los tiempos”. De algún modo me demostré a mi mismo que en efecto, no era necesario enterrar la vida privada para sacara delante a la académica, ni visceversa. Que bien podía estudiar en las mañanas contigo, para disfrutar el medio día y regresarme a estudiar toda la tarde y la noche.
En esta tardía época, de extrema felicidad y mar de extasis con los múltiples sabores de la mística India... con la sabiduría acumulada por los siglos en Los Vedas, en el pleno cenit, fue precisamente el segundo encuentro con tu novio. Esta vez las cosas habían cambiado mucho.



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