miércoles, 5 de marzo de 2014

El demonio de los extremos II (La venganza)

Cómo escribí en la entrada enterior, hablaré de otras corrientes de pensamiento y posturas políticas que no van con la mayoría y que tampoco son compatibles con muchos paradigmas de nuestra sociedad. ¿Bueno?, ¿Malo?, aunque considero que no hay nada totalmente bueno o malo, la respuesta está en ustedes.

Otros estilos de vida: sexualidad.

Empiezo este post de la manera más peculiar en la que podría: yo me asumo heterosexual, cis-género (hombre en tanto a psique y físico) y monógamo. No podría haber algo más gris, tibio y aburrido de no ser porque la mujer de mi vida es transgénero. Es precisamente por ella que me he adentrado a estos temas, que si bien yo siempre respeté a las personas por el simple hecho de ser personas, nunca había sido parte o "aliado" de las poblaciones LGBTT....TIQ hasta que me uní a su lucha por tener una identidad legal acorde a su género.

Por supuesto que los miembros de las poblaciones LGBTT...TIQ han sufrido persecuciones, genocidio, discriminación, violencia y toda clase de supresión y violación sistemática de sus derechos humanos; esto nunca estará en tela de juicio. Lo que resulta polémico es el enorme abanico de respuestas que han surgido.

¿Heteronormatividad? ¿Emulación del patriarcado?.

Con las leyes que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo (y conste que estoy hablando desde un punto de vista legal, porque género y sexo son dos cosas totalmente distintas) surgen también varios puntos de vista. ¿Las sociedades de convivencia y el matrimonio deberían llevar los mismos derechos y obligaciones?, ¿Deben tener o no derecho a adoptar?. Yo personalmente me inclinaría a darles plena igualdad en ambos aspectos: tanto derechos como obligaciones y que cada quien decida si ejercerlos o no. Ellos y ellas pueden decidir casarse o no y no tienen porque detener a quienes quieran hacerlo ni a quienes decidan adoptar hijos y hasta seguir un modelo de familia "heterosexual". Están en todo su derecho.

Sin embargo, por supuesto siempre están los que se oponen argumentando que las relaciones entre personas del mismo sexo no tienen por qué seguir los mismos roles que las parejas heterosexuales y que hasta invitan a desafiar estos roles y el tan llamado patriarcado, como si se tratara de una casilla en la que necesariamente deben caer 2 personas (¿o más?) que decidan compartir un contrato social.

De hecho, existen ramas más radicales del feminismo que dicen que ser lesbiana es una posición política y casi casi una obligación de cada mujer feminista rechazar cualquier forma de autoridad masculina y no sólo eso si no hacer "terrorismo" al escandalizar con su orientación sexual gritándola a los 4 vientos. Tan lejos que, en palabras de Sheila Jeffreys: "Cuando una mujer alcanza el orgasmo con un hombre está colaborando con el sistema patriarcal, erotizando su propia opresión".

A todo esto le sumamos aún más visiones distintas como la de los gender-queer que varían desde una visión andrógina en la que no existen géneros binarios si no un matiz de ambos hasta los que quieren erradicar totalmente la idea de género tanto en su expresión como en lo legal.

Otros más sostienen, independientemente de su orientación sexual, que la monogamia no debería existir y que contratos sociales como las sociedades de convivencia y el matrimonio de plano deberían abolirse para tener una sociedad utópica en la que todos vivirían libremente, sin ningún concepto de identidad social ni estructuras como familias. 

No es que me espante nada de esto, repito, cada quien debería hacer con su vida lo que se le antoje, pero sin perjudicar a los demás ni querer hacer una revolución ultrafeminista dedicada a matar y emascular hombres. En realidad yo voy más allá a un radicalismo aún más enfermizo y zafado: "¿Qué tal si todos nos respetamos por el simple hecho de ser seres humanos?". Si lo sé, suena extraño, pero si todos nos viéramos como iguales (sin distinciones de "porque tu eres hombre no me voy a someter a ti" o "porque soy hombre me debes obedecer") ni siquiera harían falta estos movimientos; la orientación sexual sería un asunto muy privado de cada quien (y podría mostrarse el afecto o no en vía pública, a como se le antojase a cada quien) y el género sería únicamente preguntado como señal de cortesía. ("¿Cómo te hablo, en masculino o en femenino?"). 

Así pues, soy Luis Enrique y probablemente sea el tipo más común y corriente sobre la tierra, opinando de temas que quizás no debería opinar, pero se joden, esto es internet y cada quien es libre de publicar a su abuelita en bicicleta si así lo desea (y claro, que la señora esté de acuerdo).

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