-Mi padre era músico en
la orquesta nacional. Aún cuando las cosas se empezaron a ir al
demonio, hace un año, las dulces notas de su violín adornaban el
ambiente lleno de miedos y desconfianza. Incluso en heladas tardes
como esta, el recuerdo y no el frío, hacen que la sangre se me
congele en las venas...
-¡No digas pendejadas,
seguro que es efecto de la radiación de fondo...- Perkins contestó
burlonamente y se rió de su compañero de patrulla, quien había
conocido hace unas pocas horas.
-Ya, ya, ya... déjense
de historias y pónganse los trajes NBQ, que los bajaremos en T menos
10.- Interrumpió el piloto del Helicarrier a ambos scouts que
platicaban en la zona de decontaminación, dando órdenes a los
novatos a través del intercomunicador en la pared.
-Entendido, Águila-uno,
salimos a tu señal- Contestó Simons, mientras se colocaba el pesado
traje de una sola pieza.
Perkins batallaba
bastante para alinear su casco y sellarlo herméticamente con su
traje monopieza pero con un poco de ayuda de su amigo Simons lograron
activar los sistemas biométricos dentro de sus herméticos trajes.
Calibraron bien sus visores con cámaras en tiempo real, y checaron
un par de veces todo el equipo. No había espacio para error, pues al
ser prisioneros de guerra, si la misión se complicaba, los
superiores no dudarían en abandonarlos a su suerte.
-Simons, ¿Me
escuchas?.- Escuchó Perkins por la bocina surround de su casco,
reflejando perfectamente la dirección a la que se encontraba su
compañero.
-Sí, Perkins, a la
perfección- le contestó, confirmando que los sistemas de
comunicación funcionaban correctamente entre ellos.
-¿Tienes miedo?...
porque yo... yo no...
El helicarrier comenzó a
descender en el perímetro de seguridad que habían establecido hacía
algunos días, calculando el decaimiento del uranio presente en el
ecosistema. En cuanto la aeronave aterrizó, la luz presente en la
cámara de descontaminación cambió de rojo a verde con sus 6 LEDs
repartidos en el techo, señal inequívoca de que había llegado el
momento de salir al exterior. La pesada compuerta doble de plomo se
abrió y ambos dieron un paso al frente, poniendo el pie donde nadie
con vida lo había hecho en varias semanas.
-Muchachos. ¿Me
escuchan?- Preguntó Águila-uno y ambos lo escucharon en sus
interfaces dentro de sus respectivos cascos.
-Afirmativo- Contestaron
casi al unísono, confirmando que todo funcionara a la perfección
con el mando central dentro del vehículo.
-Muy bien, pasaremos por
ustedes al punto Bravo a las 1800 horas. Eso les da un aproximado de
4 horas para barrer la zona. Ya saben: rescaten cualquier forma de
vida que se encuentre con buena salud y fuerte, si la encuentran; o
sacrifíquenlas con sus piolets en caso de encontrarles en mal
estado. Es una misión de búsqueda, rescate y piedad.
-Lo sé, Águila-uno,
nos veremos puntualmente, cambio y fuera- Contestó Simons, mientras
Perkins sacaba el mapa de su mochila y comparaba la ruta con lo que
quedaba de la ciudad.
-Que la fuerza los
acompañe, probablemente encuentren ayuda en el camino, cambio y
fuera muchachos...- Respondió Águila-uno, mientras despegaba el
helicarrier.
Tendrían que ir por al
menos 3 rondas más de exploradores para cubrir rutas diferentes,
siempre enviándolos en parejas y con el menor equipo posible para
evitar un posible amotinamiento.
Comenzaron a avanzar
sobre la avenida principal que conectaba a la ciudad con el resto de
la floreciente civilización recientemente exterminada. Edificios
reblandecidos y en progresivo estado de deterioro se veían mientras
avanzaban en el horizonte teñido de carmín y tonos cobalto bañados
en una capa de polvo y cenizas.
-¿Sabes que hubiera
preferido que me fusilaran a esto?... De haber sabido, me hubiera
pegado un tiro en la sien antes de acceder a rendirme- Comentó
Simons.
-¿Tú sabes que nos
están grabando, verdad?... Si quieres seguir con vida tienes que ser
prudente
Ambos habían servido en
las fuerzas de Kurdistán algunos meses antes de la capitulación,
aunque en diferentes pelotones. Ambos habían sido capturados como
prisioneros de guerra por los Sorbets y como a muchos de ellos -los
que no se les pudo imputar crímenes de lesa humanidad-, se les
ofreció formar parte de los escuadrones de limpieza en misiones casi
suicidas. Tenían que rescatar sobrevivientes de las ruinas en caso
de encontrarlos, aunque en realidad no se habían encontrado más que
un par de personas en muy mal estado que terminaron muriendo a la
brevedad. Todos, incluso los altos mandos, sabían que esas misiones
en realidad tenían como objetivo que el medio ambiente radioactivo
terminara con ellos en una marejada de arcadas y convulsiones
acompasadas con el zumbido de contadores Geiger.
Así, ambos avanzaron por
las calles principales, sorteando gigantescas grietas en el
pavimento, vehículos reducidos a montones de fierros oxidados y
escombros. Poniendo ocasionalmente la misma grabación a todo volúmen
en un sistema de audio portatil, cada que pasaban por un refugio
nuclear indicado en el mapa. Ponerla en algún otro lado resultaría
en una pérdida de baterías.
-Somos
pelotones de búsqueda y rescate. Venimos en son de paz para
rescatarlos. Repetimos: venimos en son de paz para rescatarlos. Si no
cuentan con protección adecuada para salir al exterior, pueden
contactarnos para regresar por ustedes con el material adecuado.
Somos pelotones de búsqueda y rescate...
-Vámonos ya, esto es
una pérdida de tiempo...- Perkins le llamó a su compañero,
apagando el aparato de sonido, interrumpiendo el mensaje y dejando el
leve pitar de sus contadores Geiger como único sonido.
-Lo sé, pero es lo que
tenemos que hacer, nos quedan todavía 2 horas y vamos a más de la
mitad...
Un golpeteo metálico muy
fuerte cortó el silencio e interrumpió a Simons a media frase. Se
quedaron viendo fijamente una fracción de segundo y esperaron a
confirmar lo escuchado. Un segundo golpeteo, luego un tercero y se
volvió un llamado claro y fuerte: había al menos una persona
esperando ser rescatada entre las entrañas muertas de una ciudad que
había sido borrada súbitamente de un dedazo.
Identificaron la fuente
del sonido: era un hospital en relativo buen estado. Todos los
cristales habían sido reducidos a añicos por la onda expansiva, así
como las enormes puertas de cristal de la entrada principal, así que
entraron ambos, codo a codo, al mismo tiempo. Simons llevaba una
lámpara de mano en su izquierda y ambos habían enfundado sus
piolets por si hacían falta.
-Viene del ascensor. ¿Lo
escuchas?...- Perkins señaló la fuente del sonido, cada vez más
frenético, probablemente al haberlos escuchado entrar.
-Sí, vamos a abrir las
puertas.
Entre los 2 hicieron
palanca con sus piolets para abrir las puertas del ascensor, que
cedieron casi de inmediato, al estar cubiertas de óxido y
debilitadas por la radiación.
Ningún entrenamiento
militar pudo haberlos preparado para lo que vieron a continación. Un
hombre extremadamente delgado, con apenas jirones de ropa, casi calvo
y cubierto de tumores estaba golpeando las puertas del ascensor; a
los lados, restos de cadáveres por doquier y todo manchado de sangre
y heces fecales. Tampoco habían valorado el tener un traje
totalmente sellado hasta ahora.
-Mierda, no...- Simons
no pudo ni terminar la frase cuando aquella criatura superviviente de
la radiación se le fue encima.
Perkins, intentando
sobreponerse a la impresión inicial ajustó la lámpara de mano a un
arnés de su traje y empuñó el piolet com ambas manos.
-¡HAMBRE!...
¡HAMBRE!... ¡HAMBRE!- Repetía frenéticamente aquél sujeto,
golpeando y arañando el traje, subido en el pecho de Simons al
haberlo derribado.
-¡AYUDA!
Perkins tomó vuelo y de
un certero golpe penetró la nuca de aquél pobre individuo de un
solo y certero golpe que lo derribó al momento. La sangre comenzaba
a brotar grumosa, como si la espina dorsal le hubiera dejado de
producir glóbulos rojos desde hace tiempo.
Entre los 2 quitaron el
cadaver macilento de encima de Simons y él se incorporó, aún
tembloroso y llorando ante la conmoción.
-Gracias, hermano... no
sé cuanto más hubiera aguantado el visor, o el cable que conecta el
tanque de oxígeno...
-Lo sé, estuvo cerca...
vámonos de aquí, ¿Cuanto nos queda?...
Les quedaba menos de una
hora para desafiar diez kilómetros de calles en ruínas a pie.
Debían apurar el paso a la máxima velocidad o no esperarían por
ellos. Al demonio volver a poner la grabación. El sistema de audio
se quedaría muy bien resguardado en la mochila de Perkins.
En eso, se sintió un
temblor muy fuerte que hizo oscilar violentamente el ascensor. No
sabían qué estaba pasando y lo único que se le ocurrió a Perkins
fue tirarse pecho a tierra, mientras que Simons quedó de pie, en una
esquina de la pequeña y oxidada cabina. El temblor frenó, pero
escucharon el peor chirrido de sus vidas y el ascensor se desplomó
cayendo varios metros.
-¡Mierda!, vamos de mal
en peor...- exclamó Perkins en cuanto terminó la caída- ¿Estás
bien?...
Simons no contestó, así
que se incorporó de un salto para ver qué pasaba. Iluminó con la
linterna la esquina donde se econtraba su amigo y lo encontró hecho
un bulto color olivo y carmesí. Respiraba pesado y se cubría la
cara con las manos.
-Se... rompió... mi...
visor...
-Tranquilo, voy por un
repuesto... no respires
Era verdad, habían
empacado 2 cascos completos de respuesto en cada mochila, en caso de
encontrar supervivientes en mal estado, así que Perkins abrió su
mochila sólo para encontrar los visores de ambos repuesto totalmente
destrozados. Repitió la operación con la otra mochila para obtener
la misma desgarradora sorpresa.
-¡Maldita sea!, Todos
los cascos están destruídos...
Se acercó a su amigo
para valorar el origen de la sangre e intentar confortarlo en los
últimos minutos de una muerte segura. Se le había perforado el
torax a la altura del hígado, probablemente con el piolet que aún
colgaba de su mano izquierda lleno de sangre.
-Quiero... vivir...
no... es... jus... to- alcanzó a comentarle entre pesadas
exhalaciones a su amigo mientras le extendía la mano.
-Lo sé, lo sé, estoy
contigo... no te dejaré...
-Tie... nes... que...
seguir... es tar... de...
-Hermano, sólo
descansa... ¿Tienes algo más que decir?...
En su mente pasaron mil
cosas en unos breves segundos. Desde su más tierna infancia entre
los campos de Kurdistán y los desayunos de fabada y café negro con
sus padres; su primer día de escuela en su ciudad natal; las
incontables veces que hizo examen para la universidad más
prestigiosa de su país y cuando se dio por vencido y aplicó para
cualquier otra; cuando se resignó a que su cerebro no daba para una
carrera académica y se enlistó en la milicia para apoyar a la novia
que había dejado embarazada en casa. Juntó todo el valor que había
tenido en su vida y a pesar de la sangre que se le acumulaba a
borbotones creando un desagradable sabor metálico en la boca, logró decir sus últimas palabras.
-Car... ta... do...
cu... men... tos...
-¿Donde, hermano?, ¿A
quien?...
-Bol... si... llo...
iz... quier... da...- Su voz era cada vez más queda
Perkins escarbó en el
bolsillo izquierdo de Simons para encontrar una hoja de cuaderno de
doble raya doblada como la suelen doblar los niños que juegan a
mandar cartitas de amor en el instituto.
-¿Es esta?... ¿Ahí
está todo?...
-Sí...
-Descuída, hermano, me
haré cargo.
Simons dio su último
aliento y se quedó con los ojos abiertos, como quien muere esperando
ver a los ángeles descender sobre sí, pero con un rostro invadido
de una increíble serenidad pese a su sufrimiento. La sangre
coagulada le adornaba las comisuras, aplicándole un fúnebre labial
póstumo.
-Buenas noches, dulce
príncipe...- Soltó su mano y posó la inerte mano de su amigo en su
pecho vacío, le cerró los ojos y se incorporó.
Perkins se guardó bien
la carta en el bolsillo izquierdo de su traje, tomó la
identificación personal que colgaba del cuello de su amigo, se puso
su mochila en la espalda y tomó ambos piolets para subir escalando
hasta el par de puertas que habían abierto ambos en la planta baja.
Corrió como nunca porque
faltaban minutos para que el helicarrier llegara al punto de
extracción designado, pero al final llegó a tiempo y encendió la
bengala que le indicaría su posición exacta a Águila-uno para que
descendiera.
La gran aeronave aterrizó
sobre el pavimento resquebrajado y abrió las compuertas, a donde
entró Perkins con premura. Se quitó el casco y los aspersores
limpiaron el traje que después procedió a quitarse para abandonar
la recámara de descontaminación. A pesar de quedarse en ropa
interior, no olvidó la carta de su amigo, que se guardó en un
calcetín.
-Soldado raso de
reconocimiento, Johan Perkins, reportándose, Águila-uno. Simons ha
caído en combate- se cuadró ante su superior y piloto de la nave y
luego le extendió la identificación metálica que colgaba del
cuello de su amigo apenas un par de horas antes.
Águila-uno extendió la
mano y guardó la placa.
-Es una lástima...
¿Cómo pasó?...
-Digamos que se lo
comieron los gatos- Aludiendo a un chiste local entre la población
de Kurdistán, refiriéndose a una persona que había sufrido una
muerte violenta y poco esperada.
-Muy gracioso...
-Revisa la grabación.
Yo no regresaría aquí por nada. Declaren la ruta desierta... no
creo que ningún otro equipo de reconocimiento vaya a encontrar algo
agradable...
Perkins se fue a la
pequeña barraca y subió a la litera que compartía con Simons, y
por vez primera tomaría la cama de arriba en su honor. Las otras 3
estuvieron desocupadas desde la ida y no sabía si se fueran a ocupar
durante el trayecto en alguna escala.
-Pobre tipo, me
agradaba...- murmuró para sí, mientras desdoblaba la carta que
tanto le había preocupado a su amigo.
-Amada mía
Si recibes esta carta es
porque morí en combate. Sabes que no dejaría desamparado a nuestro
hijo ni a tí. El número del seguro es
579391-657359270946540-1221067867. Tú eres la beneficiaria y el
seguro los cubre a los dos, por lo menos hasta que él cumpla la
mayoría de edad.
Te ama,
Sigmund
-Demonios, hasta ahora
me entero de su nombre...- Rió despreocupadamente, mientras se hacía
la promesa mental de dar con su mujer en cuanto regresara a casa.
No le costó mucho
trabajo encontrarla. Preguntando a sus superiores y con el número
del seguro dió con la amada de Simons, cuyo nombre era Amada Slither
(¿Quién le pone Amada a su hija?... en fin). Desgraciadamente (o
afortunadamente para ella), en cuanto él se enlistó en el ejército,
ella lo dejó por un tipo que conoció en un bar durante una fiesta,
quien era un vividor, pero aceptó el rol de padre para el pequeño
Hugo Simons Slither; y vivieron del seguro
579391-657359270946540-1221067867, felices por casi 2 décadas.
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